"MANZANO"
"¿De qué hablaremos?, de lo que quieras, ¿reírnos? Está más que claro. El aroma en el aire es el orgánico y silvestre de los Manzanos a la orilla de nuestra travesía. ¿La tristeza? déjala aquí, en la orilla, porque remaremos a un momento feliz."
Creo que la muerte es fácil y
apacible, a veces resulta predecible y rápida. La vida es más difícil,
intranquila, tan desordenada que te quedas quieto cuando todo sigue girando a
una velocidad que ni el mismo tiempo puede frenar. Y es extraño, triste más
bien, la mayoría de los vivos desean morir y prácticamente todos los moribundos
retroceder a un instante y corregir lo que hicieron para transformar el futuro
que les atormenta. No quiero que quienes me rodean crucen por esta cuerda de la
incertidumbre y vivan como si no existiera la Esperanza.
Nunca antes me había relajado
tanto con el sonido del agua mientras el bote rompía su débil oleaje. Intentaba
mantener el ritmo, pero a ratos la velocidad disminuía por distraerme en los
extensos coperos que resaltaban en la fila de robles y nogales resueltos a cada
lado de la rivera. Mientras pasábamos por debajo, las cargadas ramas
acariciaban nuestras cabezas dejando pasar de vez en cuando un rayo nítido de
la mañana. Es un día fuertemente soleado, totalmente despejado, en los cuales
el cielo pareciera no tener límites y su color encierra un puro celeste en
todas sus anchas. Pero lo que hacía más perfecto el momento, era el viento frío
que nos obligaba a estar holgados para recibir los primeros días de noviembre. De
vez en cuando miraba hacia adelante para asegurarme de estar coordinados y no comenzar
a girar sobre nuestro eje como hace media hora. En el mapa eran incontables las
rutas hidrográficas, tachaba a medida que ya pasábamos por un lecho, y continuábamos
para allegarnos al borde del río y sacar allí un poco de comida y beber algo
entre tanto se reanudaba la travesía.
Las hojas caían espantadas por
las corrientes, y flotantes nos seguían para hallar su rumbo en el mundo. Al recogerlas
del agua, se podrían armar muestrarios de colores, ordenarlas por su degradado
y contemplarlas a la claridad de la jornada para apreciar cuán perfecta es la
naturaleza. Llevé algunas y las guardé
en la bolsa de pesca, que permanecía vacía. Entre risas nos adentrábamos al
centro del estanque para allí lanzar las lienzas y las cañas hicieran el resto,
mantener el equilibrio sobre una canoa es tarea difícil, más de un susto casi
nos volcaron a las aguas, pero volvíamos paralizados a sentarnos sujetándonos
el vientre. Acomodé la visera de mi jockey hacia atrás para calcular mejor la
distancia del lanzamiento, la conversación apenas iniciaba cuando de improviso jalé
la caña y comencé a enrollar la lienza tan rápido como pude para sacar de un
salto dos peces que inquietos remecían la sencilla embarcación. Ya no podíamos
respirar por tanto reírnos y remar rápido era imposible, pero todo valía con tal
de encontrarnos próximamente con los manzanos a los márgenes, a metros se puede
percibir el aroma frutal y reconocer entre el follaje las pesadas frutas
reflejando al día. Al igual que las hojas, eran interminables los tonos manzaneros
dispersados a lo largo del sendero acuático, juntos comenzamos a levantar las
manos y arrancar las simientes, lentamente el bote seguía moviéndose dándonos ventaja
para tomar la mayor cantidad de ejemplares que pudiésemos. Los sacos ya estaban
llenos, perfectos para exprimirlas y hacer un jugo, rebanarlas y juntarlas con
cereales y yogurt en la alforja bajo los asientos, o seleccionar algunas para
un pie de manzana.
El color rojizo de la canoa no se
desprendía del paisaje que acabábamos de compartir, nuestras manos aún tenían
el característico olor a manzana, su sabor sin duda sería el natural y orgánico
resultado de su silvestre crecimiento, y qué más contar. Sólo espero, aunque sea un breve momento dar un paseo a sus almas para
que se vuelvan a reencontrar con la vida, y se enamoren de ella, es así como
esta canoa más bien se convierte en una Góndola dada su función… llegábamos
sobre las tablones manzanos que robustos embarcaban sobre el muelle. Le ayudé a
bajar y en sus manos entregué la bolsa con las hojas recolectadas, las manzanas
para que este momento sea extendido en el tiempo al comer tantas como pueda
jaja y los peces porque más tarde iría a cenar. Sonreí a la fila sonriente que
se perdía en los arbustos, extendí mi mano y dije: Te toca, vamos, sube.- Hey,
te estoy diciendo a ti, que lees esto ahora. Vamos a dar un paseo a los
Manzanos. ¿Qué de qué hablaremos?, de lo que quieras, ¿reírnos? Está claro…
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