Castaño

"Pero esta es la verdad que debo enfrentar; creceré y no sé hasta donde, pero me esforzaré y seré ese puntal que muchos necesitan, esperando poner como un sello la pureza que refleja el interior."


El frío me despertó hoy con la cara prácticamente enterrada en la almohada y con ojos de golpe, provocando que un párpado quedara atorado entre tanto me enderezaba y buscaba el celular para saber qué bendita hora es, del bendito día libre que se anunciaba contento por tantas benditas personas. Hoy será un día de fianza personal, comencé la mañana con un ayuno silencioso, acompañado de fluviales como el perdón, la aceptación y la intercesión. Hoy me es necesario vaciarme de esas angustias y cargas que nunca me llevarán a algún sitio y tener esa purificación de alma y cuerpo prometida al permitir que sólo el agua pase por mis labios.

Como era temprano y día libre, debía buscar algo qué hacer, nunca me ha gustado desperdiciar la vida y su tiempo tan valioso, así que vi en este momento la oportunidad que tanto esperaba: recolectar el fruto de los árboles gigantes del patio. Pedí unos guantes y por mera cortesía entretenida me ofrecí para descastañar a los millares de ejemplares repartidos por el patio, atentos a que alguien descubriera su interior. La técnica es rodearla con ambos pies y presionarlos hasta que reviente, pero lo que todo el mundo ignora es que de esa manera la castaña se llena de tierra, lo que aumenta el trabajo posterior de pulirlas una a una o lavarlas de igual modo. Pero ante la burla de mi supuesta cobardía al pedir guantes, nadie previó una mayor eficiencia al torcer la cáscara externa presionando gradualmente hasta lo suficiente para que las púas no claven y estén a favor de la torción y se parta de forma circunferencial… obteniendo una castaña entera y limpia.

Me percaté de que en el interior puede haber tres aquenios, pero sólo una en su mayoría logra el crecimiento y las otras quedan aplastadas contra las paredes cómo si protegieran aun más el fruto que sí pudo crecer y madurar. Lo que me fue inevitable pensar, en las veces que nos convertimos en esas paredes de refuerzo, permitiendo que otros seres vivan y alcancen su propósito. Me imagino el mundo si tantas almas como personas se encumbraran con la noble decisión ser el sostén de los otros y a su vez ellos fueron los suyos, ¡qué mundo tan diferente sería! Pero ante eso preferimos quedarnos como todo inicia para este fruto: recubierto de espinas largas y filosas hasta que otro pueda ayudarnos a salir y demostrar lo que en verdad somos.

Creo que no hay motivo mejor para acompañar los pensamientos recientes que con un café y endulzarlo con esencia de castaña. Lo tomaré como un importuno resumen de una tarde en el que pongo fin a mi ayuno apacible. Imagino que debe haber otras formas de comer la castaña a parte de sólo cocerlas, buscaré, de seguro encontraré recetas tan fáciles como una mantequilla, parecida a la de maní, por su textura pastosa, y color blanquecino, pasará bastante bien sobre una tostada. Por cierto, seleccioné algunas de las cascaras para hacer erizos de papel maché, nadie puede negar que a simple vista parecen un animalito presumiblemente colérico, pero con alma de inofensivo flemático.

Hoy es un día en el que me siento pequeño, desearía volver a ser un niño plácido y sentirme protegido por mis padres. Pero esta es la verdad que debo enfrentar; creceré y no sé hasta donde, pero me esforzaré y seré valiente sólo proporcional a la altura de un castaño, honraré el don de mis padres y me esforzaré en ser ese puntal que muchos necesitan, esperando ser genuinamente sencillo y humilde, tan puro como el interior que refleja una castaña.

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