Corazón de Hombre.
"Cuando pedimos prestada la vanidad y la transformamos en ego puro. Donde burlamos a las ciencias mentales de lo esperado a la sombra de nuestro hemisferio dominante. Irremediablemente convencidos de que todo lo alcanzamos por ímpetu y fuerza, e iluso, todo tiembla a cobardía ante un sólo extraño. Barbas, nudillos, espalda y talones, se adiestran a la raleza de un fornido y desconocido corazón de hombre."
Casanova es el ilustre título vertical con
el cual coronan a muchos de nosotros, y del cual se desprenden un sinfín de
recargos y nobles gestos que sellan no tan sólo un rostro… sellan también el
laberinto inconcluso que todos ignoran como alma de hombre. Algunos lo
aceptamos por orgullo. Otros callamos sin querer intervenir contra las voces
que no tienen más fuerza que la verdad en nuestros labios. Pero, ¿Cómo osar
encubrir a cada barba, talón y nudillo bajo el mismo manto? Algunos no tenemos
la culpa de ser así, naturalmente atractivos, ya sea en cuerpo, mente o alma, y
¿Quién nos limita el ego enfermamente narciso que gran parte de nosotros
desarrolla?. Buscan la culpa del portador por su belleza, y lejos de toda broma
y con juicio de la honestidad… algunos lo usamos muy bien para encantar a quién
vislumbre parte de nosotros, si, tan sólo una parte ya es necesaria.
Desenvolvimos el juego sobre el tablero y esperamos que todo siga la
instrucción que dictamos (y arreglamos). Invitamos a la crueldad y al azar a
sentarse con nosotros para participar del resultado final. Si creemos ganar,
recogimos un trozo de aquel corazón y lo guardamos en un frasco, junto a los
otros. Y si perdemos, desenlace casi inexistente, buscamos rápidamente otro
para quebrar, originándose un espacio. Y si hablamos del benigno y maldecido
orgullo, cerramos las posibilidades a los parámetros que construimos en nuestro
hemisferio. Analítico y cuadrado todo se calcula para un final exitoso. Se nos
enseña a nunca perder y jamás tranzar si no nos conviene, a cerrar la boca para
provocar y separarla para ordenar el mundo.
El mismo mundo que nos recibe, naturalmente
inmensurable pero socialmente egoísta, nos confía un rol con los patrones
conductuales que deberemos cumplir para ser aceptados en la sociedad y hallar
gracia ante los protagonistas o los antagónicos, si hay algo que no lleves a
práctica comienzas a deshonrar a quienes sí lo hicieron. Si ellos pudieron, tú
también puedes, de hecho, debes. Y ¿Quién oye a aquel niño que espera otra
cosa? Quejas sordas y excusas rechazadas. Después de todo, “todos somos
iguales.” ¿Y quién escucha al niño que sigue estando en nosotros, que llora
porque lo forzaron a crecer y cumplir con las expectativas viriles impuestas
por el mundo?
Todo lo anterior, son correspondencias escritas
y lustradas al vacío. Para llegar a lo recóndito de todo ojo humano, primero se
debía afeitar lo superficial y hemos de llegar a uno. Uno lleno de espacios,
¿recuerdas? El que surge cada vez que perdimos algo. Un espacio en el ahuecado corazón
de hombre, donde aparece el descontrol que todo varón evita, el producto a ras
de cualquier sacrificio: un sentimiento. Perdemos el juicio cuando, paradójicamente,
perdemos algo o nos lo arrebatan sin darnos cuenta o estar preparados. Siempre debemos
estar prestos y listos, porque el hombre debe mantenerse firme y soportarlo
todo. Hieren al armazón de acero que todo lo vence, aleado el orgullo y la
virilidad, con tan sólo robarnos lo que amamos. Nos confunden y arrojan a un mar
tormentoso que tiembla insipiente a la cobardía, donde no sabemos qué hacer. Ante
el sentimiento de frustración, en milésimas de segundos, sólo usamos lo único legalmente
adiestrado por nudillos; impulsivos y torpes, quebramos lo primero que se cruce;
un pensamiento, una muralla, un objeto, un alma. Pensar rápido es necesario si
deseas sobrevivir en el mundo de los hombres, necesitas ser exitoso para ser el
semental que todos esperan. El pensar a velocidad múltiple te hace impulsivo,
te hace incrédulo, te deja atrás. Y no puedes quedarte en pos, porque todo es
una competencia quieras o no.
Pero las décadas se encadenan firmes y los
años se han fundido ante un corazón circundante en aires de cambio. ¿Los
sentimientos nuestra debilidad? Claro que sí, no sabemos qué hacer con ellos,
si nunca nos permitieron usarlos. Acusan de insensibles a quienes no amarran su
debilidad así mismos. Todo ha de cambiar, varios marchamos en igual movimiento,
¿querían que oídos viriles acariciaran la conmoción ignorada?, tiemble ahora el
mundo, mujeres acreedoras de grandezas en su sensibilidad, serán destronadas de
su posición, porque muy pronto no habrá hombre que embote sus emociones al vacío,
sino que obedezca enamorado del verdadero honor que nunca debió abandonar y
estropear por torpeza, transferirá la fuerza de sus manos a la raleza de su
corazón y explorará un nuevo mundo, batallando fornido e insigne, para
conquistar el mismo escudo con el cual fue concebido.
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