El Rincón Irlandés

"Una torre de libros, un café helado y una armería de lapiceros subrayando todo a su paso. Esto es lo que llamo el ángulo perfecto." 


Presiento en ocasiones como ésta que la gente me hace bien. Digo, aunque no sea sociable, pero sí amable naturalmente (marco la diferencia, porque para los extrovertidos, es inconcebible ser ambos simultáneamente), prefiero quedarme quieto y silencioso haciendo algo, sin embargo, cometo un delito contra la C.M.I., la Confederación Mundial de Introvertidos, porque me he percatado del gusto  aventajado que he tomado en estar acompañado por un tumulto de personas metidas en sus propias charlas, mientras yo me hundo en la mía. A lo que voy, es que las leyes de la introspección plantean la natural tendencia de apartarse de otros entes parlantes para hallar gracia en la reflexión prolongada y la felicidad en el quehacer ininterrumpido de nuestro valioso tiempo personal. En retrospectiva, cumplo con las dos últimas, porque acepto imperceptiblemente, buscar el desacompañamiento en medio de un grupo para concentrarme bien en lo que quiero hacer o meramente distraerme, no habiendo mejores lugares con ofertas que el mejor invento de la C.M.I., que las E.R.Í.A. o el triángulo de las bermudas para nosotros: librería, galería y cafetería. Espacios que engañosamente han tomado los extroinvasores, para hacer creer que son espacios de socialización, cuando en realidad son rincones implícitamente preparados para la introversión y el movimiento autodidacta.

Por los ojos baristas que no se desprendían de mi casco, casi inicio otra revuelta al flamante modo irlandés, lo bastante fuerte para dar frente unos 11 años más como indica la proeza. Al menos no tuvo la osadía suficiente de venir, aunque quisiera. Pero cuánto me tranquiliza este lugar, este espacio compuesto sin querer para recibirme en su asiento en la esquina del local, escribir en solitario mientras las personas entran y salen, los pedidos se gritan para los sordos parlantes, o golpean tu mesa sin querer en una maniobra de compostura. Pocas cosas me ponen contento de verdad, y una de ellas, es soltar prácticamente 3 horas dentro de un Starbucks o un Johnny Rockets revoloteando sin parámetros del clima o los minutos, y/o los absurdos deberes que asumimos en la juventud. A veces dibujo, pliego o simplemente pienso. Hasta el momento nadie me ha sorprendido, tal vez por mi particular mirada de pocos amigos que se alza mientras estoy concentrado y que al levantar la cabeza ataca vertiginosamente a quien me mira directamente, sin querer claro, son gastes de la personalidad. 

Aunque no sea irlandés, actúo como uno al parecer. Ya aburrido de la política, creo que he tenido demasiado experiencia con las revoluciones conceptuales y sus marchas sin sentido, soy de los que nos unificamos en encontrar un buen camino a la sociedad y sus representantes. Prefiero preocuparme de cosas más importantes, como las cosas qué aprenderé hoy. Sobra decir, que siempre me encontrarás en el mismo rincón, detrás de un libro con un lápiz en la mano, acompañado por un elixir a base de café y una servilleta convertida en una "obra" de arte. Lo interesante, es que aquí o por allá, la presencia de estos determinan mi lugar. Incluso en el escritorio en el que estoy: una torre de libros, un café helado y una armería de lapiceros subrayando todo a su paso. 

|| Aunque no tenga micrófono, quiero reconocer en gran agradecimiento a las señoritas Holiday, Fitzgerald, Lee y a los notables señores, Armstrong, Anka, Barber, Cole, Sinatra y Miller quienes me acompañan en los momentos que los necesito, ellos saben. 

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