"Acuarela"
"Me encantaría conocer a quien he dibujado sobre el tiziano, porque sé que está dentro de ti, pero tu orgullo nunca lo dejará salir. La dudosa costumbre del artista de melancolizarse con seres que jamás nos apreciarán como tal y ante ello, debemos transformarles en materias más nobles."
Hoy mientras pintaba, te comparé
como la persona a quién no conozco, y por un momento te dibujé en el centro del
Tiziano. Pálido el papel que contenía tu silueta, esperaba ansioso ser
sumergido en las anchas aguas de la improvisación de un aprendiz. Soñé
sujetarte del pescuezo y hundirte variadas veces sobre el tinte azul mientras
intentabas abrazarte al pincel, de alguna u otra manera, te deslizabas
sobreviviente a cada pincelada de un broquel, y con eso aún permanecías sobre
el pliego.
Aunque en realidad y en el fondo
no quiero hacerlo, intenté asesinarte sutilmente a la vista de una maestría, y
técnicamente no sería un delito, aunque motivos sobran, no se compararía a
empujarte por un barranco, dejar atrapado tus dedos en una escalera mecánica o colgarte
de cabeza mientras muchas avispas se acercan cordiales a tu regazo. Nada sería
más torturador para ti que ser un personaje de mi imaginación y abandonarte en
el centro de una plana tal y como eres. Qué feliz sería borrarte la sonrisa
perfecta y cuadrada que dibujan tus labios y difuminarla con el color de tu
crudo rostro, o mejor sería estropear tu cabello azabache del cual siempre
estás pendiente y no dejar ningún pelo sobre tu cabeza, sé cuán terrible es
para ti verte así. ¡Espera! Ya sé, mejor sería inflar tu cuerpo descomunal y
engrosar a grosero modo todas tus facciones para hacerte perder el vano orgullo
de tu “belleza”, hinchar de tal forma tu abdomen que flácido aún se aleje de lo
que hace tiempo llevas intentando marcar.
Pareciera que ya rayo lo
ridículo, y prácticamente son comentarios de un niño torpe e inocentemente
vengativo. Y de ambas características, no tengo ninguna. Pero aun así, lo
pensé… Y agradable acepto que un menor sigue morando en mí. Sin embargo la
conclusión de hoy se suscita en haber dado mis primeros pasos en la pintura con
acuarela, un exacto arte de precisión y cuerpo vivido, intrínsecas medidas de
tinte y agua y extremos errores que entorpecerán el resultado. Pero no engaño,
y honesto admito que desearía en verdad que fueras la silueta alzada en el
páramo níveo, para escribir fuera de tus labios palabras de cordialidad y
aprecio, sacando de ti las palabras faustas y malogradas; en tus manos
enrojecidas pondría un espíritu de perdón y servicio simbolizadas en un ancho
valor y resalte de sus sombras; sobre tu cabeza trazaría una corona para
convertirte en lo que quieres ser de verdad y en tu mente pondría muchas nubes
de colores para limpiar tus pensamientos y malas inclinaciones llevándolos a valores
inimaginables de un niño. Me encantaría conocer a quien he dibujado sobre el
papel, porque sé que está dentro de ti, sin embargo, tu orgullo nunca lo dejará salir. La
dudosa costumbre del artista de melancolizarse con seres que jamás le
apreciarán como tal.
Bueno, hoy quise aprender esta
técnica porque me transporta al otro lado de su presunta textura, puedo entrar
en aquel atardecer cada vez que me refleje en sus aguas y caminar al borde de
ese río recogiendo los juncos secos que más tarde se convertirían en un cesto
ancho para los helechos colgantes trenzados en los altos árboles bajo la
cumbre. Despertara el sol o desfalleciera en el horizonte, sé que aprovecharé cada
imprenta de inspiración para seguir practicando hasta que Picasso me visite y
suplique enseñarle como cual alumno, por ser alguien en la vida.
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