HERBARIO
"Tenía entre manos una colección invaluable de exponentes naturales para lograr mi cometido. Nos cobijamos bajo el engaño, encantos, y todo paganismo aparente para volver a tener esperanza. El Gran Libro de la Naturaleza, nos enseña que todo es un ciclo, y que con todas sus fuerzas están dispuestas a darnos su poder y esencia."
Liberé el frasco de la canaleta que durante toda la noche anterior se mantuvo ocupado, recibiendo la primera lluvia de primavera. Con cuidado suficiente bajé del techo para sellar nuevamente su escondite. Caminé por el pasillo hasta el lugar más transitado de la casa, donde notablemente el polvo llegaba y el sol entraba por todas partes. Abrí las puertas de un ático perdido a la vista de todos, y entre ellos se distinguían los alargados estantes de especieros colgados en el ribete superior de ambas puertas. Tomé un escalón para descender la decena de especieros clasificados como coronas sobre cada cabeza que pasaba bajo ellas durante todo el día y del viejo baúl de mimbre, saqué los herbarios que por tanto tiempo había guardado. Leí todas las hojas de la libreta Kraft, revisando el contenido y traer al presente los momentos en que selectivamente había escogido los ejemplares herbáceos naturales. Pero algo me faltaba. Tenía todos los componentes necesarios para llevar a cabo un aparente hechizo. Fue entonces cuando recordé entre las enciclopedias, el antiguo grimorio abandonado en medio de un campo. Abrí sus páginas de enseñanza básica y descubrí el sutil abandono fantasioso de la desesperanza humana. El sentir desesperado cuando las cosas no salen como esperabas.
Sobre un canto de madera derramé la primicia del cielo en primavera, añadí polvo de las semillas de Arce, junto al elixir de almendro. Expansión, Liviandad y rápidez eran las características necesarias para encantar al viento. En un moledor de piedra trituraba la pimienta junto a trozos de cobre y menta disecada al energizarse por el sol. Pero nada sería más perdurable que la sal del mar. Sólo quería fastidiar un poco a la tierra. Y cómo último objetivo estaba la inmensidad de los mares. Aceite de olivas, arena mineral y sulfuros de magma. Junté todas las creaciones en un gran pedido. Pero faltaba lo que no podía ser destruido. Formé un triángulo isósceles con los tres partes para el hechizo, y poco a poco, los tres líquidos fluyeron al centro empapando una soga de cáñamo que muy pronto estaría amarrada a mi diestra. Inmortalizaría la fuerza de la naturaleza en una despreciable soga de medio codo de largo. Sólo restaba cerrar los ojos y unas pocas palabras en latín harían el resto.
Pero antes de seguir con lo que tenía entre manos... Mi mente pronunció la unión de todas las cosas sobre el madero. Quiero convencer a los vientos para que me devuelvan las promesas y palabras que se llevó, los discursos preparados que creí de muchos acerca de su sostén eterno y que no promulgaron más allá de 4 estaciones; quise remover la tierra para que brotara de ella nuevas direcciones para que pueda seguir, sin perderme nunca, y que de sus profundidades consolidadas me dotara de su fuerza y resistencia. Del océano esperaba arrebatar su control y quedarme con su capacidad de tolerar las tormentas que me asechan, problemas que vuelven una y otra vez como las olas de su mano.
Iba a utilizar la naturaleza en mi favor, cuando siempre el segundo libro de la Sabiduría Eterna ha estado programado para ayudarnos. La fuerza y la resolución humana no iban a garantizar mi bienestar, pero si lo harían las cosas simples de la vida, como; el agua, el descanso, el ejercicio, la luz solar, aire puro, la buena nutrición, la temperancia y la confianza de Lo Alto. Son el remedio que necesito y no otros desesperados. Nadie puede ayudarte más que tu mismo, los tragos agrios de la vida son eso, sólo tragos, que después del sorbo, son nuevos momentos. Y sólo depende de ti, lo diferente que sean. Pensamos utilizar lo correcto, cuando siempre hay un modo mejor para resolver todo. Las estaciones cambian, y nosotros también podemos hacerlo.
Pero antes de seguir con lo que tenía entre manos... Mi mente pronunció la unión de todas las cosas sobre el madero. Quiero convencer a los vientos para que me devuelvan las promesas y palabras que se llevó, los discursos preparados que creí de muchos acerca de su sostén eterno y que no promulgaron más allá de 4 estaciones; quise remover la tierra para que brotara de ella nuevas direcciones para que pueda seguir, sin perderme nunca, y que de sus profundidades consolidadas me dotara de su fuerza y resistencia. Del océano esperaba arrebatar su control y quedarme con su capacidad de tolerar las tormentas que me asechan, problemas que vuelven una y otra vez como las olas de su mano.
Iba a utilizar la naturaleza en mi favor, cuando siempre el segundo libro de la Sabiduría Eterna ha estado programado para ayudarnos. La fuerza y la resolución humana no iban a garantizar mi bienestar, pero si lo harían las cosas simples de la vida, como; el agua, el descanso, el ejercicio, la luz solar, aire puro, la buena nutrición, la temperancia y la confianza de Lo Alto. Son el remedio que necesito y no otros desesperados. Nadie puede ayudarte más que tu mismo, los tragos agrios de la vida son eso, sólo tragos, que después del sorbo, son nuevos momentos. Y sólo depende de ti, lo diferente que sean. Pensamos utilizar lo correcto, cuando siempre hay un modo mejor para resolver todo. Las estaciones cambian, y nosotros también podemos hacerlo.
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