"Sólo por tí, llego Tarde."
Tomó sus manos entre sus dedos, deslizó su capa de rozas y sostuvo su mirada por segundos, que por aquella intensidad, eran verdaderas horas transcurridas desde el inicio del descubrimiento. Fue entonces cuando sucedió.
Era de mañana, no era muy temprano, supongo que rasgaba las 9:00 del comienzo. Y sí, para mí eso ya es algo tarde. Estaba retrasado, debía tomar el expreso que me llevaría de nuevo a Filadelfia, no siempre presencias un cumpleaños tan preciado como el de tu mejor amigo. A por cierto, soy Natanhael. Las maletas ya estaban dispuestas en el corredor, sólo faltaba James con el auto y estaría en camino, por tercera vez en el año. Las praderas de Pittsburgh lucían siempre febriles al ser fronterizados por gigantescos árboles, oscuros y frondosos que habitaban a esquinas de las carreteras.
Debía pensar en algún momento, el cielo no tardaría en desahogarse y necesitaba divisar una tienda con un techo que diera hacia la vereda para posarme allí mientras la lluvia cayera. Miré mis zapatos de charol angustiados sobre el cemento, y mientras revisaba mi abrigo perfectamente planchado, mi vista chocó con un broche, y lo peor de todo es que estaba chueco. Mi nombre es Kathryna, y no Katrhyna, como estaba forjado sobre mi pecho. Dejé que la sangre de mis mejillas se repartiera de la rabia por toda mi cara, acto seguido, cerré mis ojos, y lancé mi dedo de forma horizontal como una aguja asesina apuntando al otro extremo de la calle y el taxi obedeció a mi parada.
No era muy cómico tener que caminar con dos maletas por arriba de piedras, pasto seco y pozas de agua, más que le iba a hacer. Arreglé la desastrosa corbata que se encontraba ahorcándome la yugular, mientras llegaba por fin al parque dónde estaban todos felices y contentos por el nuevo fin de semana, Debía tomar un taxi, algo que me llevará a comprar los boletos sin dañar el peso que me alentaba. Mis lentes entre tanto chocaban con ventanas, faroles y lanas, quemaron un único auto dispuesto a llevarme a mi corto y hasta fácil destino, la cuadra.
Ya era demasiado, No había pasado ya unos minutos cuando todo se encontraba cubierto por un sol cálido que traspasaba las hojas de nuestro tan antiguo escondite. De un solo respiro pagué el viaje y como un rayo golpeé la puerta hacia el exterior dando con un montón de ropa, arrugada, fría y prácticamente sin dueño.
Un solo portazo me bastó para lanzar las cosas atrás y retroceder ante el impacto fortuito de la puerta metálica, era una mujer, una muy despreocupada mujer. Sujeté mis lentes con mi mano derecha y supuse de quien se trataba.
Debías haber pagado ya los boletos, le diré a Henrie de tu descuidada acción.
Al carajo con Henrie, ya es tarde, aparte tú ya tendrías que haber estado con tu equipaje.- Mencioné con agravio ganándole al monstruito frente a mí.- Llamaré en una hora, para avisar que llegaremos mañana.- Tomé sus manos entre mis dedos, deslicé su pañuelo con rozas y sostuve mi mirada por segundos eternos.- ¿Trajiste a Hamlet?
Claro, hice todo a propósito, traje el chal blanco, pero esta vez, yo no contaré la historia de Ophelia, serás tú.- Procuré acercar sus labios a los míos y finitamente se encontraron, por primera vez, en el día de hoy.
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