"Rascacielos."
Este momento me hizo sentir como desnudo. En el sentido de que en el algún momento de mi vida me sentí de igual forma. Siempre quise escuchar una letra así, y francamente es una de las maneras en las cuales describiría lo que sentimos, aquellos que alguna vez en nuestras vidas hemos tocado el suelo con todo el cuerpo. Hoy en la mañana me sentí así, solo, luchando contra algo. Algo que sé que es, pero que se unía a otros recuerdos y hasta personas que ya no están. Pero una cosa descubrí.
Era de mañana, todo estaba quieto, pero debía reconocer que fue algo agobiante volver a sentir este vacío en el pecho. Solitario caminé por la orilla balanceándome contra el aire febril que competía conmigo. Miré sonriente al aire por sólo un momento, olvidé el peso que me tiraba hacia abajo, y la piedra griseada y húmeda que tenía en mi mano cayó amortiguada por la arena blanca, la gravedad me estaba ganando, sentí como las gotas de sudor en mis brazos corrían presurosas hasta mis manos, quedando suspicaces en los pies registrados hace instantes, mi caminata cada vez se hacía más lenta y pausada, cerraba mis ojos para ver a mi lado la inmensidad del mar, algo tan grande como eso, no podría sostener lo que ardía dentro de mi camisa, sostuve la brisa entre mis manos, el ardor me ganaba, un torbellino de arena me sacó el polerón que me cubría, sacó las llaves de mi bolsillo, y hasta quiso empujarme para retroceder, más no podía permitir que se llevara todo, bajo ningún motivo debía acceder a la idea de ver hacia atrás. En eso las lágrimas ya no me dejaban ver, cayeron sobre mi camisa luchando contra la sequedad del polvo, los botones volaron hacía el azul extenso, y decidí sacarme lo que me guardaba del frío, rasgué mi camisa y la deje atrás para lanzarme al suelo, mi garganta conectada a mi centro acelerado mencionaron al unísono: Puedes llevarte todo lo que tengo, tu puedes romper todo lo que soy, como si estuviera hecho de papel, Sigue e intenta derrumbarme, voy a seguir subiendo desde el suelo, como el edificio más alto, hasta tocar el Cielo. Las rodillas que me sostenían contra la tierra se desprendieron como sistemas de hierros recién blindados, granos relucientes caían tormentosos a su lugar, y el viento aún frío y asustado, de un momento a otro se había extinguido. Miré el ancho de lo que me había fortalecido, y extendí mis brazos para recatarlos y así captar gotas de agua salada que quedaban solteras en la brisa. Llevé mis dedos a mi rostro y ellos mismos fueron los que iban revelando la luz que veía del horizonte, solo me había levantado, sin la ayuda de nadie, su recuerdo ya había desaparecido, mi ilusión quedaba con los cristales rotos del crustáceo que acababa de pisar, mi dorso se unió en un solo cuerpo totalmente endurecido, se llenó de aire y miré como mis manos se encontraban con el mismo sol, mis pulgares fueron los primeros en rozar las nubes, seguidos por sus hermanos eternos, creo que ya había llegado el final, había tocado al gran lienzo, como un Rascacielos.
Era de mañana, todo estaba quieto, pero debía reconocer que fue algo agobiante volver a sentir este vacío en el pecho. Solitario caminé por la orilla balanceándome contra el aire febril que competía conmigo. Miré sonriente al aire por sólo un momento, olvidé el peso que me tiraba hacia abajo, y la piedra griseada y húmeda que tenía en mi mano cayó amortiguada por la arena blanca, la gravedad me estaba ganando, sentí como las gotas de sudor en mis brazos corrían presurosas hasta mis manos, quedando suspicaces en los pies registrados hace instantes, mi caminata cada vez se hacía más lenta y pausada, cerraba mis ojos para ver a mi lado la inmensidad del mar, algo tan grande como eso, no podría sostener lo que ardía dentro de mi camisa, sostuve la brisa entre mis manos, el ardor me ganaba, un torbellino de arena me sacó el polerón que me cubría, sacó las llaves de mi bolsillo, y hasta quiso empujarme para retroceder, más no podía permitir que se llevara todo, bajo ningún motivo debía acceder a la idea de ver hacia atrás. En eso las lágrimas ya no me dejaban ver, cayeron sobre mi camisa luchando contra la sequedad del polvo, los botones volaron hacía el azul extenso, y decidí sacarme lo que me guardaba del frío, rasgué mi camisa y la deje atrás para lanzarme al suelo, mi garganta conectada a mi centro acelerado mencionaron al unísono: Puedes llevarte todo lo que tengo, tu puedes romper todo lo que soy, como si estuviera hecho de papel, Sigue e intenta derrumbarme, voy a seguir subiendo desde el suelo, como el edificio más alto, hasta tocar el Cielo. Las rodillas que me sostenían contra la tierra se desprendieron como sistemas de hierros recién blindados, granos relucientes caían tormentosos a su lugar, y el viento aún frío y asustado, de un momento a otro se había extinguido. Miré el ancho de lo que me había fortalecido, y extendí mis brazos para recatarlos y así captar gotas de agua salada que quedaban solteras en la brisa. Llevé mis dedos a mi rostro y ellos mismos fueron los que iban revelando la luz que veía del horizonte, solo me había levantado, sin la ayuda de nadie, su recuerdo ya había desaparecido, mi ilusión quedaba con los cristales rotos del crustáceo que acababa de pisar, mi dorso se unió en un solo cuerpo totalmente endurecido, se llenó de aire y miré como mis manos se encontraban con el mismo sol, mis pulgares fueron los primeros en rozar las nubes, seguidos por sus hermanos eternos, creo que ya había llegado el final, había tocado al gran lienzo, como un Rascacielos.
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