"Ahora son Grilletes Rotos."

No, jamás. Mientras pueda entender y ver mi reloj latir todos los días a mediodía, yo estaré aquí.
- ¿Qué estás pensando?.- dije mientras acercaba mi mirada a los grilletes que la sostenían.- Deberías escaparte, salir, vámonos juntos, no perdamos tiempo.- Fue en eso que divisé no estar abriendo mi boca para decir aquellas palabras. Habían quedado atrapadas dentro de mi cien.
- No sé qué dijiste.- pausó.- Pero deberías tener más cuidado con tus ojos, saben delatarte.- mencionó a las tazas servidas en su mesa central, precavida, jovial, atrapó uno de sus rizos y envolvió su índice perfectamente estilizado, llevaba el tercer giro cuando su cuello volvió al respaldo del gran sofá que la contenía.- Que mujer tan indomable.- Murmuré entre dientes. Capaz de tomarla de esa frágil muñeca, torcer ese brazalete y venderlo al más alto precio, por haber rozado su piel rosácea. ¿Pero qué absurdo pensamiento era este?, debía esconderla, que nadie la viera, jamás.
Por un momento alcancé su grado de locura excepcional, quise adormecer la sangre que subía a mi cabeza, jugar con sus mismas cartas, rasgar aquel fino lazo que rodeaba su cintura, perpleja miraba a la alcoba en su posición febril, sus pantorrillas deslizadas en la costosa seda. Mis zapatos me llevaron detrás de ese sofá.- ¿Te gusta jugar con quién quieras, no?.- Mencioné incrédulo antes del veredicto. Mis pulgares tiesos y el cuarteto sigiloso rodearon su cuello, a tal punto de sentir aun más la sangre yugular que subía hasta ese extenso y rojizo cabello. Acomodé mis labios fulgosos a la culpa de su oído, para susurrarle encadenado: Aquí estoy yo contigo.
- Ya no es necesario que me mientas. Quítate ese antifaz.- grité a su rostro despacio, mientras mis manos apretaban sus hombros desnudos.- No te viene, mírame a los ojos y vuelve a mí, quiero al ser humano de quien me he enamorado, devuélvemelo, ya es tiempo de que dejes las apariencias.
- ¡No puedo!, déjame en paz.- Su hilo de voz inundó mis ojos, el temblor de sus labios percibió en mí un grado de sinceridad a punto de aclararse.- Si lo hago... tendrías acceso a mí. Podrías destruirme, me vería desprotegida.
- No, jamás. Mientras pueda entender y ver mi reloj latir todos los días a mediodía, yo estaré aquí.- Mi pecho inflado prosiguió.- Ya pasaron las 11. Quedas libre de tu pasado.- En eso deslicé mis manos gruesas y temblorosas hasta sus muñecas, quitando ambos grilletes que coronaban el inicio de sus manos.- Porque yo soy tu presente Ahora.
está bueno!
ResponderBorrarbuentas letras!
saludos