San Petersburgo — Octubre, 1876.
Entrañable Señor Tolstói:
El cólera se ha posado sutil y constante sobre mi diestra torpe y
penitente intentando puntear con el tintero lo que sería una breve carta
dedicada a los vernales venideros, en los cuales esté leyendo con su inherente
sencillez los dardos sincerados de mi persona. Todo lo que alzo sobre esta hoja
son taciturnos esbozos de sentimientos tan bien ocultados, que al mostrarlos
sobre su castidad se considerarían irremediablemente confusos, no sé
expresarlos y caigo en cuenta de mi inhabilidad para escribirlos, pero obedezco
a mi necesidad, y he decidido aceptar su amistad ofrecida, le doy la mano como
hermano fraterno esperando que mi demora no manche los afectos tan robustos que
mostró a mis primos en Moscú. La compresa cívica denominado vagón, ha rumeado
cada vez más fuerte en cada estación en la que se detiene para causar el flujo
de pasajeros, creo que es la intensidad suscitada de ver pronto a mis amados,
esa ansiedad del viajero cuando retorna a su catapulta anhelante de narrar sus
aventuras y dotes al descubrir sólo un fragmento del mundo moderno.
Supe sus últimos infortunios, deseo que sepa sobre mi cabal apoyo, considéreme
y a mi casta, valoramos y abrazamos sus proezas por equilibrar el mundo en el
cual se balanza nuestra amada Rusia, es por eso, que he viajado sin demora ni contrariedad
hasta mi nidal, excelentísima San Petersburgo, para abrir círculos literarios
que apoyen vuestra causa bordeando la extinción de los tan sublimes ideales.
Estaré escribiéndole mi querido amigo para contentar la revolución que causará
la juventud aristócrata naciente en la Venecia del Norte.
Mientras tanto comparto mi desdicha, seguro conoció a mi amada babushka,
mi más importante consejera, mi ayo perpetuo en extensiones de intensa
felicidad y melancolía, ha sido tocada por los goznes de la edad y permanece
como una suave vela asustada por los soplidos, su humor ha sido el remedio para
mi alma, saber que goza de tanto carácter para combatir la tortura de sus
huesos, me es ejemplo de tanto esplendor, que aún limitada por su cuerpo,
espolea mi abrasador espíritu para terminar lo que he iniciado lejos de ella,
en honor a su fe, mucho mayor en mí, que lo que yo ostento sobre mi austero
temple.
Como los ríos del Nevá espero que aún persista con sus insolencias
hacia nuestro Zar y le sea revelado un encuentro prometedor, la idea de
armonizar varones y damas de singular inteligencia y sensibilidad, que amen
muchas cosas, pero, ante todo, la verdad que buscan… me sumo a su búsqueda, si
hay algo en lo que me jacto, es la franqueza y mi continua sed de justicia,
depositados en cada embrollo y circunstancia que desfavorezca a mí y a quienes
me rodean, y aún más a quienes no he conocido pero que amo en la fraterna
marcha hacia un mundo glorioso. Con un khrabroye serdtse, espero desentramar
las vicisitudes por venir, usaré mi vernoye terpeniye en la lucha que inflama
mi alma. Espero su visita amigo en la Cámara Noir del Palacio
Beloselsky-Belozersky, poseedora de una basta biblioteca en la cual ilustro y
redacto, dudo que una mente tan brillante como la suya pueda ser más
impresionada, consideramos acercar la letra con la imagen y muchos niños y
jóvenes cubiertos de pobreza viajen sumergiéndose en la nimia plana de una
Enciclopedia.
Venga y conozca la plácida e incomparable vista desde la avenida Nevsky
Prospekt, aprecie su merced vuestra compañía, la de mis amados en un cálido
encuentro con Fiódor, Strajov, Piotr y Alexandrine mientras caminamos en el
majestuoso cambio de estaciones, muy pronto a congelarse los ríos, liberando de
sus torres las hojas con el flameo suave del sol. No dude de usted León, confíe
en su prodigiosa obra, si no lo hace por usted mismo, hágalo por favor, por su
joven e inexperto amigo sonriente a orillas del Puente Trinidad. Con afecto;
F. Nikolái Zrestovski.
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