El Retorno

"El Varón y la Dama que siempre estarán prestos para mí, aventurándose por su primogénito 26 años antes y hasta que la vida los separe de su seno."
  

Como siempre mis padres resaltaban en la multitud por ser la única pareja peleando cómicamente, hasta que se percatan de mi llegada y sus caras se tornan ampliamente sonrientes, olvidando abruptamente el pleito sin propósito que protagonizaban hace un minuto. Mi papá tomó la maleta casi al mismo tiempo que me abrazaba mientras mi madre no toleró medio segundo hasta aferrarse a mi cuello y guiarme como un lazarillo experto y atolondrado hasta el andén. Era un día caluroso, el aeropuerto albergaba a demasiadas personas ensimismadas en sus propios boletos. Llegamos a casa y desempaqué unas poleras, reordené el cuarto aparentemente abandonado. Transcurrió a penas mediodía en el que entregué los recuerdos de mi viaje, conté una decena de anécdotas durante dos horas, cenamos tarde porque la hora corría, y parecía más ajetreada porque en unas horas más nuevamente subiríamos a una camioneta en dirección a la costa del norte; las salidas que programan con tanta anticipación asegurándose de no frustrar mis panoramas o incomodarme, siempre atentos, prestos a mis emociones aunque nunca les acierten con una resolución, son el varón y la dama que continúan cargándome en sus brazos mientras me observan hablando como adulto por teléfono o escribiendo sentado a la computadora.

Mis padres siempre serán quienes más sientan mi ausencia, a quienes les cueste más una nueva partida combinada a una despedida, son quienes me añoran, aunque no me escriban o llamen con frecuencia, es evidente sólo el hecho de ver sus rostros sonrientes con ojos tristes deseándome admiración y éxito al lugar donde vaya, mientras me imaginan despidiéndome en los vidrios confusos, viendo como abordo el bus para retornar, ver cómo me buscan entre los asientos mientras me acomodo arriba y la forma en la que se quedan parados hasta que ya no pueden divisar la flota. Pero ignoran el hecho de cuánto más yo los extraño, cuánto siento que los necesito en momentos de suma angustia y soledad, ignorantes de mis luchas más aguerridas en espíritu y carne… y con gran pesar reconozco mi escasa dedicación en aprovechar mejor los momentos en que estamos juntos, sé que es un sentir reciproco. Podrán equivocarse, pero nunca fallarme. Siento convencido en lo más íntimo de mi espíritu, que volveré a ellos siempre, no por dependencia, sino por amor, sanarlos de sus heridas, acompañarlos en las peleas que aún no pueden ganar. Sepan que aquí está su guerrero. 

Cada vez que me hallo solo sentado en mi butaca pasando los parajes del sur, no ansío otro objeto que el que imagino distante, me encantaría decir que me despido de ellos para retornar a ti, consolarme en el centro de tu pecho rodeado por tus brazos y así poder estremecerte entre los míos. Pero sabemos que no es así… vuelvo aún al sigilo de tus miradas penitentes tras una ventana.

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