"HAWAIANO" ☀

"Porque ambos tenemos el espíritu legendario de la isla, el mismo que nos arriesga como inexpertos a surfear en medio del Pacífico estando al tanto de que ninguno sabe nadar… más así es nuestra vida, una sensación volcánica que no me permite otra cosa, que inclinar mi rostro y besar el tatuaje maui sobre tu hombro con aroma a hibiscos, café y coco."


Tuve que desenredar tus brazos de mi espalda para seguir soplando a la insipiente llama bajo el tarro. En tanto que las secas ramas de palmera ardían, el agua cobraba calor liberando su vapor a las inmensidades blancas dispersadas por todo el territorio. Me quedé arrodillado en la arena para percibir cómo entrabas en el mar para hundirte lentamente bajo las olas de Maui. El calor de las 5 no nos calcinaba sólo porque el viento costero provocaba un arrecife de ecos que nos mantenían plácidamente tendidos en la playa, y como todo puede mejorar, la brisa marina te siguió hasta mí, nuevamente sentí tu pecho en mi dorso y tus manos aferrarse bajo mis hombros, la frescura era exacta, tu piel fría y el roce del aire me eran suficientes para levantarte y llevarte cargando a la sombra de nuestro hale improvisado.

Si no fuera eufórico de vez en cuando, creo que te hubiese aburrido hace tiempo, pero debemos aceptar que la locura multiplicada en tus ojos asusta. En un abrir y cerrar de vuelos, trepaba una palmera con la piedra ras entre sus dientes. Como si nada, cayeron cuatro cocos a punto de madurar, no muy grandes, pero nos servirían para la cita. Antes de buscar su mano, ya había encontrado la mía bajo la arena, cada uno tomó un par de frutos y nos regresamos a la baja hamaca al borde de la costa. El agua ya hervía, la retiré del fuego y sobre la misma fundí el café recién prensado para su extracción, con tal aroma en el aire podía componer una canción en las cuerdas del ukelele hipnotizado por su traje azul con notas amárelas que tanto le justificaba. De pronto la explosión de su risa me despertó de la bella realidad contándome la aventura de intentar partir un coco con una roca y dos palillos. Y antes de que alguno de los dos quedara sin un ojo, el complemento de tu ingenio con mi precisión hicieron el resto, la palanca natural entre el eje perpendicular de la cáscara con el filo de una piedra… entre carcajadas intentábamos mantener el agua en su interior antes de derramar su contenido al hacer aparecer cuatro brazos de la nada, el enredijo de manos lograron combinar la pulpa de coco con el agua acendrada que parecía brillar con tanta exposición del sol.

Quise quererle un poquito en el ruido del océano, secuazmente golpeé sus rodillas para derribarle y besar su cuello, brusco y sorpresivo intenté calmarte rodeando tu nariz con la mía unos eternos minutos… pero antes de que cobraras venganza, me aventuré a terminar la obra maestra; en dos jarros dividí el café fuerte y lentamente derramé la leche de coco hasta completar el tope… pero tu piel dorada fue más resistente, ese exquisito resplandor de alegría llenando tus maka me recordaban esa primera vez que intentaste controlar tu risa desordenada en aquel patio con sólo verme ahí… esa seriedad de pantalla que nos escabulle a ambos como inexpertos a surfear en medio del Pacífico estando al tanto de que ninguno sabe nadar… esa aventura que algunos llaman destino pero que yo prefiero nombrar casualidad.

Ulterior a tantos hallazgos, un trío de silenciosos minutos pasaron para cincar coco rallado en la rustica sartén, sacudí mi cabeza entre tanto reaccionaba a estirar ambos vasos para que dejaras en la cúpula de espuma los rayos recién tostados. Reposando los cafés hawaianos, me tocaba devanarte tan cerca como pudiera de mi pecho. Después del primer sorbo refrescante, seguí el borde suave de tu oreja con la yema de mis dedos, tu mirada se mantenía fija en el atardecer que tanto te atrapó, hiciste un rastrillo sobre la arena y con su aspereza en tus manos, comenzaste a dibujar en mis piernas los objetos que debía descifrar al tacto. Gloriosa sensación que no me permitió otra cosa, que inclinar mi rostro y besar el tatuaje cobrizo sobre tu hombro con aroma a hibiscos y café revueltos… Las bebidas ya se habían enfriado, y qué más daba, si de día o noche, en la playa o en la cima del volcán, perdidos en el bosque o rodeando aquel acantilado, contigo siempre es calor y paraíso.

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