"EMPERADOR"

"Lo único que me entregaba la confianza necesaria, era el escuadrón armado cabalgando en la retaguardia, a cada galope la niebla parecía huir escandinava abriendo el camino hasta el origen de mi providencia. No se lograba ver más allá de tres metros, el pesado aire era otro combatiente insulso a puertas de ser derrocado, sin embargo, como emblema de estas tierras, sólo la luz del mediodía lograba devolverlas a los cielos. No muy distante, se veían las cornamentas labradas a las afueras del muro, los arboles ya estaban en tiempos de cosecha, los rostros sonreían, y el viento ya era tibio. Era el tiempo de transición terminado, los años habían contado sus historias, pero los milenios comenzaban a contar las suyas, su heredero ha regresado." (Prólogo)


Ya se ha cumplido el tiempo. Es justo y necesario que retorne a la casa de mármol, ciprés y oro que me vio nacer. Descubrí mi rostro y ordené a los soldados de guardia que abrieran las puertas que habían permanecido cerradas por el temor la solemnidad y la paciencia de la búsqueda. Desconcertados y abrumados obedecieron sin dudar postrándose a tal punto de enterrar sus cabezas sobre la tierra. Pero en cuánto recordaron mi trato se restablecieron en forma reverente observando el rostro subvertido del antiguo heredero real. Silbando con el tiempo, entré admirando el jardín que hace meses había ceñido mi huida, ahora rebosaban con la calidez de un sol invernal toda flor, hoja y árbol que componía el gélido vergel. Y la grata reminiscencia fue interrumpida por una decena de sirvientes que se agolpaban delante del corcel, mientras unos formulaban preguntas, otros intentaban bajarme, revisarme y atenderme, y sin darme cuenta, un centenar me rodeaba. A decidir batallar con el millón de manos, dejé que me llevaran irreflexivo hasta el lugar que llamaba habitación.

Me moví desde la puerta perlina siguiendo el dibujo en las seis paredes del parlamento nocturno. Me senté sobre mi cama sintiendo la comodidad que no percibía bajo muchas lunas pasadas, me recosté mirando las obras en el techo, detalles centenarios en pinturas craqueadas y retocadas que contaban las historias con las cuales invocaba el sueño. Y allí estaban intactas. Las livianas cortinas suscitaban el aire entrante a la guarida que me contenía después de cada silencio. Sin embargo, las voces detrás de las puertas no dejaban de planificar algo para esta noche. Como miembro de la familia y noble del reino sabía perfectamente la naturalidad del próximo acontecer. Después del golpeteo en la puerta, el consejo entró conmocionado e ilusos comenzaron a decirme el discurso de la evolución de los días en el hogar y lo que restaba a la nación entera. Dos hombres y dos mujeres, escucharon atentamente mi historia, el propósito y el por qué regresé al imperio. Raudos salieron del aposento alto, mientras nuevamente la privacidad era derrotada por un ejército de guardias y sirvientes acomodando el lugar para el romántico encuentro entre un hombre desaseado y una tina.

       Sin dudar el salón estaba lleno. Espié por la rendija de ambas puertas labradas para visualizar otra vez la larga alfombra que guiará mis pasos hasta la silla arriba de la plataforma. Comenzaron las trompetas, el clarín y el trombón a anunciar la marcha confiada del honorable invitado. Sentí como mi rostro era iluminado desde el centro a sus contornos por la luz de los candelabros colgados y a medida que caminaba podía percibir las miradas sulfuradas de quienes confabularon mi tragedia y me apartaron de mi propósito, permanecieron subrepticios detrás de la nobleza, una decena de leales amigos y familia que procuraron conservar el trono sin ocupante hasta que llegara el legítimo hijo de la casa y el honorable precursor de la reforma a punto de emancipar. 

Me paré enfrente de la multitud que expectantes pretendían escuchar una palabra de mis labios. Con silencio penitente, saqué el anillo del rey y lo alcé para que todo ojo lo viera, mientras se deslizaba en el dedo índice de mi diestra, sumado al supremo regente del reino que lentamente dejaba la corona sobre mi sien.- ¡ESCUCHAD!.- gritó el Jefter.- “Pues ha regresado el Heredero de la Casa del Sciervoh, Protector de las Inescrutables Montañas de Lorien, Dueño de los Plácidos Bosques del Ónice y Emperador de toda tierra y vida alcanzada por el Radiante Sol del Sur, Emblema de la Nobleza del Ciprés y la Sanación del Abedul.” Erguí mi cabeza orgulloso y confiado en que los cobardes saldrían corriendo por las ventanas, desvaneciéndose a causa de la culpa y la usura de sus manos. No podía mantener adecuadamente mis piernas, malladas y partidas por la necesidad de un viejo mendigo, mi voz no tronaba como antes, y mi mirada no podía permanecer firme ante la decadencia que permití a los hombres ver dentro de mi subterfugio. Pero ya no era aquel, sino soy en lo que ahora me he convertido, con la fuerza del momento y en honor a lo que logré, comencé con vastas palabras esparciéndose por todas las vidrieras:

“No hay oportunidad ya más para el temor y la cobardía de arroparse en esta casa. He comprendido y vivido en carne propia el sentido al cual fui llamado: a servir a mis semejantes y poner fin a la degradación que el mundo hoy envuelve a los hombres. He probado de la Cena del Justo y por tanto he recibido la riqueza de la abnegación y la obediencia, y deseo servir a los que a mi vengan para darles refugio y fuerza en pos de su tormenta, con las facultades que he recibido para sobrevivir en medio de mi propia heredad. He regresado a ocupar mi lugar, y devolver a esta casa el honor que le corresponde, conectar a los oprimidos y dolientes con la plenitud de sus vidas, bajando el cielo si es necesario para lograrlo.”

Epílogo: No se sabe qué pasará con la fábula de este rey. El Omnisciente le dio su espacio y tiempo, y lo ha colmado de herencias hasta ahora. El tiempo se ha cumplido. Hoy lo he logrado. Ya no puedo mendigar aunque quisiera, porque ahora, quiera o no, mi deber es emperar. ¿Quién irá, sí yo no?  

1º Parte: https://descafeinadodemente.blogspot.com/2015/08/mendigo.html

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