» LEANBH «
"Froté mis manos para entibiarlas, sin titubeo metí mis manos por debajo de su espalda y para impedir que se torciera, le cargué sobre mi regazo y así poder leer su mente. Lo envolví con una polera gris y una mantilla garza. Aún soy torpe y sigo aprendiendo claro, ya tengo una barba media, negra como la misma salamandra, pero jaspeada por el cobre dual que espero copies cuando tengas mi edad, por ahora, es inevitable prometerte esto."
Caminaba mientras las bolsas
sonaban por chocar entre ellas y recibir la lluvia de igual manera. Antes de
salir del supermercado esperé que la precipitación frenara un poco en ausencia
de un paraguas. Hice el recorrido normal en la micro para finalmente entrar en
mi casa. Sacudí mis pies y ahí estaba mi perro, echado a ras de la alfombra haciendo
guardia de turno sobre el tesoro que me esperaba rodeado de cojines y durmiendo
sobre el sofá. Me saqué el abrigo y holgué mi ropa para sentir la calina del
hogar en un día como hoy. Al lado de la leña ardiendo, el ambiente estaba
temperado y hasta hacía un poco de calor. Mientras el ventanal estaba
siendo manchado por las líneas del aguacero, guardé las cosas en la cocina,
moví los frascos de robles y las bandejas barnizadas para acomodar la nueva
camada de alimentos. Traté de hacerlo despacio y mudo, para no despertar a
quién dormía en el living. Froté mis manos para entibiarlas y sin titubeo metí
mis manos por debajo de su espalda y antes de impedir que se torciera, le cargué sobre mi regazo para leer su
mente a través de su débil respiración proveniente de su brillante y pequeña nariz, que se movía a cada latido penitente al poner mi oído sobre su pecho.
Cuando nace un bebé es inevitable
hacer promesas. Juras automáticamente protección y sustento, que siempre
estarás ahí para él, que es la razón de vivir a partir de ahora, y que darías
tu último aliento para permitirle seguir viviendo. Creo que ante algo tan
frágil y valioso cualquiera se rinde al tributo del sentido, más allá de las
razones humanas, de ese límite que no se comporta como tal… cuando somos niños no
dudamos de las promesas hechas por quienes nos recibieron al mundo, confiamos en
ellos irrevocablemente, el tiempo cuando no teníamos la capacidad de recordar los momentos más
felices, más atónitos en que su plena protección estaba al tope; desvelándose
por nuestro sueño, dejando de comer por alimentarnos, olvidar el abrigarse a sí
mismo por cubrirnos sin espacio y de reír hasta con nuestro enfado y llanto. No
es un secreto que al crecer eso se va afinando, y las promesas se rompen. Cuando
eres grande, debes aprender a autorregularte porque los prometedores ya no
están en los momentos en que más los necesitas, porque no saben o no quieren,
las circunstancias hacen lo suyo. Pero entonces, ¿quién cumplirá esos pactos
que conocimos y que alguna vez vivimos? Creo que eso da la respuesta a hacer lo
mismo cuando tenemos un bebé en nuestros brazos, volvemos a creer en el valor de
lo prometido, porque lo cumpliremos.
¿Estarás tú ahí cuando suceda y
caiga?, ¿sabrás amarme como una vez conocí?... cuando la oscuridad se haga
presente, cuando el dolor te desgarre sin saberlo, cuando no puedas dormir,
cuando el mundo sea cruel y te haga sentir un tonto, yo estaré ahí para
detenerlo, verás que seré la solución y el remedio a tus heridas, el inicio de
tu sonrisa y el broquel que reciba tus golpes, verás que estaré ahí contigo,
porque nadie puede saber lo que sientes con exactitud fuera de mí. Me ha
costado hacerlo, aprender a amarte y defenderte, pero llegado a este punto, me
di cuenta que el único remedio para ti, soy yo. Nadie puede amarte más que tú
mismo. Sé que desearías con todas tus fuerzas volver a ser ese bebé al que
todos miran con amor y protegen al costo que sea, pero pasadas las noches te
das cuenta que el que siempre ha acompañado tus batallas y secado tus lágrimas
en el espejo, eres tú mismo.
— “Por eso prométete amarte como
mereces, y otros verán cómo hacerlo contigo tratando de nunca fallarte.”— En
eso, miraba su rostro rosáceo y tibio con la boca abierta, que me llevó a concluir lo que haré. La misión de mi existencia será enseñarte a amarte para que otros también lo
hagan. No es un sentimiento resentido, es el valor de lo comprendido. Lo envolví
con una polera gris y una mantilla garza, aún soy torpe y sigo aprendiendo
claro, ya tengo una barba media, negra como la misma salamandra, pero jaspeada
por el cobre dual que espero copies cuando tengas mi edad. También te enseñaré
a pintar, cultivaremos en el patio y podrás aprender a cocinar con lo que
cosechamos, con aquel árbol tallaremos, y a su sombra… muchos libros, y
entonces…. Después podremos ir… y si quieres… y más allá pasaremos el camino… y
terminaremos comiendo donde… y… — Ya se había dormido. Descansa tranquilo, lloraste un par de
noches, pero ya amanecerá y te daré un sinfín de despertares, para que cumplas todo lo que
creas, duerme otra vez, soñador descafeinado.
Comentarios
Publicar un comentario
Sólo escribe lo que sientes, lo que acabas de leer tiene un valor personal e inmensurable ante ojos humanos.