Joy To The World
"Alegría para todo el mundo, un Rey nos ha nacido."
Corría por la calle recién lustrada por el sol del invierno, el maestro se levantaba demasiado temprano para ajustar todo lo resuelto a su obra maestra, llevaba dos semanas y 3 días corrompiendo todos los eslabones del tiempo y el espacio para escuchar la armonía fluente de su clave y órgano. Llevaba conmigo la incertidumbre de conservar mi vida en las manos de 5 pliegos de papel entintados a la desdicha de la neblina. Entré al teatro entre el callejón de Le Petit para impedir a la inercia de las horas el estrago de un retraso del hombre cano sentado entre en su escritorio y su órgano.- Buenos días Maestro Händel.- Grité corriendo por el pasillo a sus espaldas para desenrollar los pergaminos sobre el mesón a su derecho y preparar los pentagramas para que escribiera los nuevos capítulos de su historia. Saqué la maleta de arce, donde guardábamos las plumillas para escribir, me senté en mi lugar y comencé a tirar las lineas horizontales que sustentarían la gloria a punto de nacer. Guardaba silencio y miraba de reojo al maestro, sus lamentaciones, bufidos, sonrisas y sus vueltas incontables alrededor del salón proporcionaban ansiedad suficiente para impedir mi plena concentración en la simpleza de seguir una tablilla con una linea en su altive. Frank, escuché como casi un murmullo, me levanté deprisa y me paré firme detrás del asiento. Sonreía mientras miraba por la ventana silente, tal vez contaba a las personas que se veían lejanas en la feria, o sólo apreciaba el calvo horizonte irradiado por un herbáceo sol.- "Ya he terminado. Está listo. Escucharás a los mismos ángeles discutir por quienes entonarán este himno al caer las estrellas." Agradecí complaciente con un gesto la alta maestría del momento, en el cual la oratoria estaba siendo sellada.

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