「 SUBMARINO 」
"Todos esperamos sumergimos en las aguas de otro ser. En el que no temes ahogarte, porque sabrás que aunque parezca fin de muerte, es nueva vida. Las profundidades no son necesariamente oscuras, cuando sabes que el oxígeno para vivir en lo recóndito, es el mismo que respira la persona que amas, como yo, a este buen café."
Revolvía el simple café sobre la mesa como
costumbre. Mientras una de mis manos apoyaba mi cara para no caer, mi codo
abrazaba el tazón. Lo hacía girar sólo moviendo un dedo en el aire, imitando un
poder sobrenatural concedido por la fuerza de la naturaleza. En cada vuelta, indagaba
en los últimos meses acontecidos, situaciones ocurrentes que te buscan para
transformaste. Me gustaría tomar distancia del mundo exterior, de esa tierra
firme donde los problemas aparecen y debes esperar hasta la otra estación para
que tu panorama cambie a tu favor. A pesar de todo lo que pueda pasarte en la
vida, es increíble como siempre sigues siendo el mismo. El chico de emociones
breves, que va y viene, y escribe en esquinas blancas sobre cualquier papel. He
olvidado muchas tristezas en favor de alegrías pasajeras, sorbos de almíbar que
espanten ese gusto amargo que más de una vez he tenido que tragar. Fue entonces
cuando una notificación hacía vibrar el mesón. La galería que tanto me gusta
mirar, me hundía una vez más a mirar sus capturas, explorar en lo último de su
día y llevar mi tan concentrada atención para sí.

Caminé con mi taza hacía la orilla, hasta
que mis pies tocaron el débil oleaje. Dejé sobre una roca el submarino,
mientras tomaba oxígeno y me sumergía en las tibias aguas. Nadé hasta llegar a
las arenas y roquerías al fondo de ella, saltaba de un paso a otro por la
densidad espacial del océano, miraba el reflejo del sol intentando traspasar
hacia la profundidad, pero no era posible que tocasen tierra. Flotaba hasta la
superficie para intercambiar aire y volver al terreno circundante que ambos
compartimos. A la distancia, observé su silueta, pequeña y angular, su piel
estaba manchada por las pecas y el infinito lunar esparcido por su cuerpo
entero, su sonrisa cuadrada que desplegaba ternura y prestancia, iluminando la
tétrica solución del arrecife. Y todo para este mero observador de la belleza humana
calcada en su cara. Sus pantalones estaban arremangados y su camisa intentaba
desprenderse a velocidad náutica. Corrimos
por el fondo del mar, yo hacia el sur para que chocáramos por su norte.

Sí no puedo navegar contigo ante todo el
mundo, levitaremos en el fondo de los mares, dónde escondo lo que más amo,
aquellos objetos y seres donde nadie puede hacerles daño. Aunque el cielo
invierta su papel con la reunión de las aguas, seguiremos libres en esta misma
sinergia que nos hace flotar. Aunque suene patético y vano, tu eres esa barra que va
al fondo de mi tazón, el mismo ingrediente que cambia mis días, aquel que
cambia el sabor amargo de lo esperado, por el insaciable dulzor de lo
impredecible.
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