Sorpréndeme.

"Nos miramos como cada año y caímos como siempre. Forcé su mano primaveral a la mía, para arrebatar su viveza y enredarla con mi templanza, rejuveneciendo así, al hombre del primer verdor." 


Los días jugaban con la nubosidad y los vientos fríos del invierno, luego se intercalaban con nuevos días de la estación cálida que se enaltecía en todo espectáculo por su narcisismo. Decidí levantarme animoso para aclarar cuentas con la estación, sin polera y con pantalones emigrantes del firmamento, acudí descalzo al centro de la renovación, el punto de donde todo fluía para el renacer de la natura. Detesto todo lo que venga del primer verdor, no me asientan sus caminos, su renuevo de alegría al impacto, por el cual suplantas la fortaleza del inverno y la templanza del autonno. 

Calculé el tiempo sin pensar en el resultado, fui al increíble encuentro con la sorpresa que me aguardaba detrás de aquel campo rebosante de glaucos tiernos y complejos toques de colores que se emancipaban para deleitar a la vista de todos los moradores de la tierra, menos a mí. Cuando llegué al llano al cual no estaba acostumbrado, calcé mis pies con tierras ligeras dirigiéndome a una roca floreciente en medio del valle. Bien sabrás que nuestra relación no es la mejor que hemos tenido ambos.– Le dije a la madre de toda simiente nueva, al viento fresco, a la calidez fuerte del sol y al tierno césped, mientras me sentaba con las piernas extendidas y me ponía cómodo para provocar a la mismísima primavera.- Trato de acomodarme a ti, pero tú no haces nada al respecto y complejizas todo. Mandas mariposas a secretearme una basta de tus intenciones y yo como siempre, elevo mis sentidos a ese propósito.– estaba acostumbrado a ilusionarme en estas fechas, me aterraba el hecho de su porvenir, la emoción magna se emprendía de cada árbol, raíz y pétalo, cada ave, dupla y encuentro que circulaba alrededor de la tierra. Te pregunto algo y no me contestas y si lo haces, te demoras una eternidad, haciendo cosas que me desagradan y me desconciertan de hecho. Contemplo tus cielos limpios mientras puedo y no me devuelves frescura en tus vientos.– las palabras que sólo entendía eran las recargadas en elogios y principios elevados, todo porque siglo a siglo, la humanidad te ha dotado de elogios y te ha legado a un trono superior, pero expedito, sobre las cuatro estaciones del año.

Mi querida primavera, mi estimada dama, no te voy a soltar hasta que me sorprendas. Ya estoy cansado de vivir ilusionado, cuando sorprendes a todo el mundo, menos a mí. Sé que no somos amigos y que nunca nos hemos acercado, pero usted sabe tanto como yo, que esto es recíproco... Me agobias con tu calor, me obligas a despedirme de la madurez y el equilibrio de la paz, me separas de la fuerza de lo álgido, tus cambios temperamentales y tus encantos brotando en cualquier ser que encuentras, mientras tanto, yo por mi parte, murmuro contra ti y lucho por saltarte hasta llegar a tu primo verano. Dejémonos de batallar el uno con el otro, si bien mi temporada es otra, siempre hemos tenido nuestro amor secreto, ignorado por los impresionados a primera vista. Con tu viveza y mi dinamismo seremos invencibles y atrayentes a todos los seres de la tierra; juntos poder absoluto, separados, un desastre para el mundo. Así que, te entrego mi timidez, y tú a cambio me darás tus colores para deslumbrar. Y si me hallas en tus eras, y si llegas a sorprenderme como solo tú puedes hacerlo, mi veneración por ti será eterna, porque debido a ti, encontré lo que me faltaba. Ahora bien, ¿Cómo entenderte querido primer-verdor?... Te propongo un trato, mi querida primavera, aunque no seas una alegría, tráeme la felicidad, sorpréndeme en tu temporada y yo a cambio te daré mi eterna contemplación. Lo prometo solemnemente, y cuando prometo algo, jamás, jamás. Nunca y bajo ningún motivo, rompo una promesa. 

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