Lo siento, pero fue una Llamada perdida

¿Cómo será tenerte aquí, a mi lado, sentir tu presencia a sólo milímetros, armar una guerra por el aire que nos rodeara?, ¿Qué se siente que alguna vez tu amor sea correspondido?, ¿Sentirá lo mismo que yo?, ¿Cuándo me ve, de verdad lo hará para verme? o ¿Para ver a otro de atrás caminando por el corredor?.
Asomé mi cabeza por la ventana oscura, cubierta por una frágil capa de gotas condensadas por el calor de mi habitación y el frío del anochecer. Caí sentado sobre el lugar que me soportaba en las noches, apreté su ropa para abrir paso a la sangre que corría lenta y letal dentro de mis puños. Giré mi cabeza dispuesto a contestar el celular, si, increíblemente sonaba mi celular, y era una llamada. Sí, una llamada.
El gorro de mi polerón deslizado por mi sien, se movió luchando con mi vista dispuesta a no contestar el llamado, más el polerón hizo su trabajo, no dejó que volteara mi cabeza por completo despreciando el auxilio del aparato. Sentado al borde de la cama apoyé mis codos sobre mis rodillas, tomando una forma arqueada, en eso percibí un abrumador disparo evaporado hacia mis narices. Creo que ya estaba loco, llegué a creer que ese número le pertenecía, no estaba registrado, así que me puse totalmente atento a la primera silaba, a ese instante, en el cual abriera su boca cerca del parlante de su comunicador, expulsando aliento a tal simple acto, y que de forma lenta y profunda pronunciara un saludo, o un vericador que me diera indicios de su nerviosismo a causa de la situación en el cual ambos estábamos envueltos. Todo eso en tan sólo un segundo en el que llevaba el celular a mi oído. Cuando apreté el botón para dar inicio a la conversación, el número ya estaba puesto como fantasma, transparente a causa del corte de la acción.
¿En qué basura pensaba?, no lo sé. Es más, ya el cómo se iría a conseguir mi número era una misión imposible, más que la versión 4 de dicha película, fue ahí donde se me encendió la ampolleta. A lo mejor había tomado clases con un hacker maestro y podía acceder a la página de mi universidad, ver mi vida, encontrar mis datos de contacto y ¡Eureka!, es algo estúpido, absurdo y realmente fantasioso, más no imposible. La última idea generada por mi hemisferio derecho, levantaron mi brazo de forma imprevista, impulsando a mi cuerpo levantarse y dirigirse a la cocina para tomar algo caliente, el patio ya estaba inundado, el vapor desprendido de la superficie de la taza de seguro inspiraría otro, todo marchaba bien hasta que recordé que no quedaba descafeinado, devolviendo mi mirada al cielo confuso atrapado entre el borde de la ventana y el techo del galpón.
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