Hoy, en ese preciso Instante.



Fue entonces cuando robé el aire que se paseaba sigiloso por el borde de mi nariz.- Algo frío y dulce.- pronuncié entre dientes, mientras notaba como sus ojos hipnóticos se movían ilusos, atragantados en la decisión de si volvían a mirarme o no. Se comporta como un idiota.- pensé. En eso acogí el primer libro a la vista, apreté el lomo de tal forma que mi pulgar, algo humedecido por la situación, se posara en la sangría de la cara trasera. Mi mandíbula de un instante a otro, se enrojeció tensándose al máximo, producto de lo que acababa de ver. Exactamente eso, había ya perdido el patrón, debía haberme mirado hacia un instante atrás, cuando su amiga devolvía su mirada a su cuaderno de estudios, ahí tenía la oportunidad para caer en su propia tentación, el mirarme.

Mi torso volvió a su origen después de haber respirado tan fuerte producto de la rabia, no sé. Quedé viendo un par de converses en movimiento, coronados por unas polainas, pero la apreciación quedó atrás, cuando su visión quemaba mi oído derecho, mis ojos giraron tan rápido que un nervio de mi espalda la estrechó aún más.- Ajá.- dije mente adentro. Levanté mi cabeza algo confuso, con una pizca de victoria. No se podía concentrar, y esa falta de atención, me pertenecía, yo era el culpable. Mi pecho saltó tantas veces que se descordinaron con mi respiración, Fui tan grande que quería ser condenado a mil cadenas perpetuas con tal de ser visto otra vez por sus ojos, aunque sea leyendo el diario con una ilustración mía anunciando mi castigo, tras el más sublime delito que podía acceder.

Mis ojos despegados por el frió del día, ya no provocaba otra cosa en mi que tiritones a cada segundo, que se inflaban aun mas con mis antagonistas nervios. Ya no me interesaba guardar apariencias, cometí el descaro más imprudente que hasta esa mañana podía cometer. Mi vista cada vez que podía, llegaba a sus ojos, a su cabello, y al borde rojizo de su boca. Cambié mi ubicación unas pisadas más allá y aumenté el grado de su infracción.- Maldita sea.- solté un bufido. Odiaba cuando hacia eso, su mirada de reojo, buscándome para obtener la certeza de que mis ojos no le quitaran la vista de encima, Pero, a quién engaño, amaba su perfil, su resentimiento tras no poder corresponder a las golpeadas de mis pupilas. ¿Qué se creía?, que yo buscaba cualquier árbol que me cubriera de la lluvia, o que encontrara brazos que me envolvieran en los momentos de soledad. Pues no. Eso no era, ni buscaba.

Pero a quién engaño, alimentaba algo imposible, mi incertidumbre de que al menos tan sólo un fragmento de un latido que me perteneciera, me fuera correspondido por uno del suyo. Tomé aire una vez más, me levanté y salí disparado por la puerta yacente en mi camino, inventé cualquier pretexto para volver y verle una vez más. Y lo logré, hasta que la presión de mis venas anunciaban que debía volver a casa.

Comentarios

Entradas populares


¿Vendrías verdad?