¡Estaré en Casa para las fiestas!
Tuve que tomar distancia un
momento y pararme desafiante ante el descontrol del espacio y la ansiedad del
retorno que se resistían allegados a las dos maletas y dos bolsos dispuestos
como séquito de vuelta a casa. Pero no iban a dejarme pasar con media casa a
bordo. Sólo mencionaré un sacrificio temporal: libros, una manta y un bolso
lleno de cosas se quedaron esperando un envío. Este año cuando preparaba mi
maleta para ir a Bolivia, me costó decidir qué llevar; objetos, libros y otras
cosas que me recordaran a casa o que me hicieran sentir en una al llegar allá.
Y ahora tenía tantas cosas que me fue imposible pensar fríamente en qué traer a
casa. Y lo hice.
No podía dormir. Y no sé en qué
segundo me tuvieron que despertar a gritos porque estábamos atrasados 20
minutos y lo alarmante es que en ese minuto ya debíamos estar en el aeropuerto.
Para aclarar, no fue mi culpa, estuve listo primero arriba de la van, fue la
sorpresa de un hermoso gesto esperando nuestra partida; un lazo rojo inscrito
con una promesa maravillosa. Había llegado el tiempo de partir, miré hacia
arriba el alto edificio que llamé casa por 10 meses.
El camino fue expedito, las
calles de madrugada permanecían vacías, permitiendo despedirme de las luces de
una ciudad que me encantó conocer. No describiré el parto que fue el trámite en
el aeropuerto, yo práctico, y mis acompañantes un poco atareadas, pero resumiré
la historia en que serví de banco internacional, en qué corriendo me convertí
en un maratonista casi egoísta, y una bomba estallada de nerviosismo en la fila
de embarque. Y abordamos el avión. Cuando me senté fue tal mi alegría que no
consideré la estafa que me hicieron por cordial, en que una señora por irse con
su hija me cambió el asiento de ventana quedando en medio de dos aburridos
señores. Soporté el viaje viendo como la cabeza del engreído junto a la ventana
se latigaba con el pesar del sueño.
Imposible pero cierto, mi
conexión entre vuelos era de 15 minutos y el vuelo de llegada estaba atrasado,
sólo diré, que corrí como nunca antes en la vida, me devolví un minuto para
despedirme de mis amistades y entregar una pequeña tarjeta que casi me costó el
vuelo de retorno, y encontrar la puerta de embarque, pasar las líneas de
seguridad, la fila de afiliación y no seguiré describiendo las vueltas que en 5
minutos literales me colgaron al madero de la muerte metafórica en una tierra
desconocida junto al mar. Preguntando se llega a Roma, bueno, yo llegué a mi
puerta con un centenar de personas esperando en una fila, y si pensé ser el
último, no; aguardaron 30 personas después de mí.
Pasé entre algunas personas y
encontré asiento porque ya me parecía raro que aún no iniciara el embarque. Me
reflejé en los amplios ventanales hacia la pista de despegue, y sonreí. Recuerdo
sonreír emocionado y confiado de que muy pronto estaría abrazando a mi mamá, a
mi papá y a mis dos queridos hermanos, estaría en casa para mi mes favorito y
sin obligaciones, sumado a volver a mi casa y dormir otra vez en mi cama,
ponerme mi ropa y reencontrarme con todos los cachureos que había recolectado
por tanta década de experimentación en las artes visuales y literarias. Sólo
podía pensar: "mamá, ¡estaré en casa para navidad!" y esta sensación
de regocijo se altercó un poco cuando los parlantes y su voz fémina anunciaban
un retraso en el vuelo de 35 minutos, no sabía si reír o llorar, dado mi escena
de acción por todo el aeropuerto en vano, me sentí en una película.
La fila de espera se desarmó como
ejército de hormigas y al pasar el tiempo estimado volvieron a armarse, lo que
es algo absurdo, porque te llaman por número. Me reí en solitario tratando de
tomar todas las cosas que llevaba inútilmente en mi apuro y lo hice casi
arrastrando los pies, saludé a los asistentes de vuelo y en la última manga
sentí entrar a otro mundo... un avión de lujo, con asientos tipo cama en la
primera parte para después dar paso a un fuselaje con tres columnas y este será
un narrado de resúmenes, porque tendré que resumir mi viaje en esta palabra: GENIAL.
Asiento cómodo, alfombra de buena calidad, pantalla touch individual con cientos
de series, películas, documentales, juegos y música, vi la tercera película de
Thor, comí omellette con jugo de naranja, ensalada de frutas y agua, tuve vista
en ventana y la pareja de españoles fueron unos excelentes compañeros de viaje.
En fin, me encantaría haber
grabado todo, porque fue una micro aventura de 7,5 horas y 3 países
involucrados, hasta recuperar mi maleta fue un desafío, más nada superará mi
pecho vibrante saliendo por ese pasillo empujando mi maleta con una mochila
encima, mi valija de mano y mi bolso personal pesados por la historia y la
emoción de ver... esos rostros tan anhelados y expectantes... una abuelita se
interpuso en mi camino, pero llegué. Les abracé y besé tan profusamente que
sentí ver a Dios sonriendo en ese momento, emocionado conmigo. Mamá, Papá;
volví a casa.
|| Home for the Holidays de Richard
Smithfield
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