Calendario de Adviento ﻬ❧

"Mi adviento, breve para toda la aventura, hasta esta mañana feliz del 25 de diciembre, y el conjunto de tradiciones personales que implícitamente he instaurado para el resto de mis navidades."


¿Cómo esperar pacientemente sobre la espera misma? Es la pregunta que me parte la cabeza cuando intento entender la respuesta natural. Sé que llegará el día, pero ¿alguien más en mi espacio cercano vibra con los 24 días más regresivos del año? Aficionado a las tradiciones, estoy enfatizado en resolver tantas como sea posible para dar significancia al paso de mis días. Y esta es una que descubrí para perpetuarla para el resto de mi vida, al menos, es el plan feliz para las próximas navidades, pero vale, quiero contar lo que ha pasado estos 25 días.

Llegado el día 1, había que desempolvar el equipo navideño abandonado en uno de los tres sectores posibles en el que hayan literalmente hibernado todo un año. Y como ya sabrán, no tenía la bendita idea de dónde se encontraba el 30% de las cosas al llegar para estas fechas a casa. El primer cajón abierto del calendario era esparcir esa calidez festiva por los espacios vacíos de nuestro hogar, y así lo hice, con la triste noticia de que una corona nueva del año pasado fue brutalmente botada “accidentalmente” a la basura. Dos horas estuve resistiendo a la verdad, pero efectivamente, así aconteció en mi ausencia. En reposición arrastré una salamandra antigua abandonada desde el patio hasta el jardín para ambientar la entrada. Y contra todo pronostico del tiempo, el viento, el calor y la lluvia, no pudieron contra la escena afuera.

Los días comprendidos desde el 2 hasta 9 fueron horas para invertir la bodega en el que habían convertido mi habitación, revisé cada caja, balde y rincón de cosas que no utilizaría más, hasta finiquitaron en cajas de reciclaje, donaciones, regalos y redistribución, comprenderán lo nostálgico que estuve esos días, mientras me desmarcaba en el pasado reciente, que sin duda alimentaba más la emoción de estas fechas, como un bucle en el tiempo, un ciclo pequeño que debía culminar por el servicio predicho. Me deshice de varios objetos que me remontaban a un lugar sin propósito, y en cambio, sé que debía llenarlos de los que hice este año y me recordaran a mí y a quienes me rodean quien soy realmente. Mas debo nombrar el premio honorable del cielo, en darme una data lluviosa en pleno verano de diciembre.

A partir del 10 y mas menos hasta el 16 he estado ayudando con un trabajo temporal, algunas entrevistas y revisiones, que me encargaron para ajustar el recurso para el próximo año en algún lugar de esta ciudad. Las actividades restantes, no sobrepasaba a sumergirme en el aroma de mi casa y la comodidad de ella, viendo tantas series y películas cómo me resistí a intervenir este año, tengo tanto tiempo libre, que me resulta mas complejo leer en algún rincón. Más lo haré, estoy contento por no sentir el paso de la obligación y la extensa responsabilidad de un deber, sino que todo fluye con encanto. Debo hacer mención de una tarde del 13 de diciembre, en el que fui solo a dar una vuelta por el gigante mall y ver las tiendas en el que antes por gracia entraba. Tomé un café solo y no compre nada. Nada necesito hoy, como para gastar por gusto. Le llamo austeridad. Por fin, no me costó decirle ‘no’ a algo que me gustara, por saber que no lo necesito. Decido ser tan sencillo como me sea posible, sin vanidad y ostento alguno que compita con mi fe y certeza.

Día 15, se abrió una ventana con una trompeta rodeada por un muérdago, ¿música?, claro, hoy nos presentábamos con el coro a pregonar con nuestras voces a través de la cantata ‘Amor que Trasciende’ en el espíritu sensible de estas reuniones festivas. Y es infaltable el plazo en que me sienta un cierre tan pequeño ante la faz del universo. El basto pergeño oculto en la ciencia del propio concepto, que fue reemplazado por el resplandor de un abrazo de padres que espontáneamente ocurrió. Lo anoto, eh, fue la puerta 18 con la figurita de unos guantes. En idioma navideño, me imagino calidez y sustento. Escribí una nota minúscula que enrollé en la compuerta del día. Día 22, apoyé la Celebración de Navidad de mi capilla, rellené unos pasteles y detalles decorados, lo pasé muy bien, estaba contento, a pesar de un trago amargo, el animo ya no lo quitan fácilmente.

Y qué decir de este domingo 23… hermoso reencuentro que quedará grabado en mi corazón por siempre. Mi abuela con sus 75 años, y después de 60, volvió a ver a sus hermanos por parte de su padre, de los cuales fueron separados por decisiones temerosas. Y es increíble el parecido con todos, 4 hermanos aparecieron en su vida y le han brindado un respiro profundo en este año de afrenta. Que alegría, qué paz y gratitud siento en mi corazón por haber presencia esto.

Y ya llegado, este 24 de diciembre, que extrañamente cayó en martes, emocionado, preparé el postre para la cena, como tradición implícitamente introducida, creo que me redimí a diferencia del año pasado, cuando el “postre” se derretía con sólo mirar. Gracias a Dios que existe la frambuesa y el cacao, expresando ese sabor explosivo que crean al combinarse, casi saco aplausos, pero qué habrá la próxima nochebuena, nadie lo sabe. Intentaron amargarme este día especial, pero no lo hicieron. El espíritu que deseo mantener conmigo para siempre, imaginar nieve cayendo, jaja, en un cerrar de ojos. Finalizo mi adviento, breve para toda la aventura, la mañana feliz del 25, temprano al despertar me serví leche de almendras con dos exquisitos cupcakes fríos de la receta maestra viendo dos clásicos de navidad, Un cuento de navidad y Crónicas Navideñas. ¿Será mucho si cuento que, de verdad, esa mañana hacia frio? ¡Pero fue! ¡Feliz Natividad! ¡Que la Gloria de las Alturas nuevamente renazcan en nuestros corazones!

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