VOLCANO
"Podrá liberar cenizas y cardos para que vean su fuerza, pero nunca su destrucción, siempre permanecerá el estruendo de los relámpagos en la nube marmolada sin dañar a nadie y reflejando el acentuar de las estrellas repartidas en la infinidad del firmamento y que ¡tanto anhela alcanzar cada ocaso!"
¿Por qué siempre volvemos a ser atormentados por un pensamiento
vencido? ¡vaya, vaya!, el acusador nuevamente detiene la expedición más asombrosa.
El manto nocturno lentamente se dejaba degradar desde el más profundo espacio
hasta la capa de celeste atmósfera. Era un azul tan genuino y original en su
semblante, que en un frasco era deseable guardar de sí un fragmento, y su
gloria en futuros eventos astronómicos. El plan se tornaba más real en cuanto
continuaba el ascenso, pero un latido acelerado se conmovió al escuchar la
tierra en rugidos tronando en el abismo del seol. Hace un par de semanas he
escuchado como nuestros corazones son turbados por los hechos del pasado o
formulados por el presente. He visto de primera línea las más honestas
declaraciones de lucha y persistencia, aferrarse a la Fe, en momentos en los
que sólo estás tú y tu propósito. Y ante esta verdad, no puedo hacer otra cosa
que afirmar: ¡cuánta belleza aguarda alrededor de este magno monte! Sí sólo
miraran cuánta vida ha crecido sobre su cono durante tanto tiempo, cómo lograr
sostener centenarias arboledas y resguardar a cada viajero de la vida que a sus
encumbrados llega.
Erase un antiguo pensamiento en la eminente celsitud de la lava, que
oprimía al hechor del valle. Una sempiterna columna central comenzaba a
llenarse de humo cristalino a causa de la conmoción natural. Hoy nuevamente me
veo avergonzado por una condición solidificada en las profundidades del centro
magmático. Siempre me alejo del volcán cuando anuncia su despertar con la
fumarola liberada hacia el oriente, porque no quiero estar ahí cuando el
sentimiento erupcione. Pero debo mantenerme aquí. Estudiando el proceso y
asegurándome de que eso no ocurra. Por un momento caminé sobre Mercurio redimido
por la gravedad de un error y sentenciado por el abrasador anhelo de un cambio.
Una tierra fértil y a la vez tan seca en las faldas del monumento, me enviaban
delgadas líneas de batalla. Pareciera que existieran muchas historias ocurridas
con anterioridad en este lugar. Algunas se extendían por kilómetros hasta el
cráter extinto. Elegí las hebras que me permitirían alcanzar mejor vista ante
el acontecimiento prematuro. Pensé que este año no ocurriría, que todo pasaría
más lento y de una manera tan distinta. Pero este no fue el designio de la
providencia. Hoy me toca una vez más revelar la única piedra que pesa en mi espalda.
Como dijo un amigo; pienso que es mi
aguijón en la carne. Ese punzón constante que te recuerda cuán débil,
pequeño y hasta miserable eres ante todo el esplendor del cosmos y su
Creador.
De pronto la tierra comenzó a temblar y como una voz retenida en el
grito bajo el agua, una columna ceniza se encumbraba a lo alto hasta las
estrellas más distantes. No tengo palabras para describir el caos y el pánico
que se apoderó de toda la heredad. Magentos acentos se diluían en la recién
agitada humorada. Y aunque todo espectador presente en las cuatro esquinas de
la geosfera esperaba la destrucción, yo permanecí confiado en el inerte peligro
a las puertas de la tragedia.
¿Sabré cuánta belleza me rodea? y porque no la dimensiono, no quiero
sucumbir ante el rasgo nómade de mis emociones, que no tienen fundamentos, más
allá de la vergüenza abolida, por el Amor de aquel quien me amó primero.
Errante ando circunvalando este volcán, asegurándome que nunca se entregue al
caos y su perdido propósito. Podré liberar cenizas y cardos para que
vean fuerza, pero nunca mi destrucción, siempre permanecerá el
estruendo de los relámpagos en la nube marmolada sin dañar a nadie y reflejando
el acentuar de las estrellas repartidas en la infinidad del firmamento y que ¡tanto anhelo alcanzar cada ocaso!.
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