» AEROSTÁTICO «
"Me toca ser quien afirme este aparato, debo cortar el cordón que me detuvo, y mantener a flote la magnificencia de lo que esta por encima de mí. Porque cada paso con amor, es un salto en asenso. El deber es antes que el querer."
Creo que allí está el coraje que
no quiero tener. Me enfrentaron a mi colmo más inocente, al talón de mi
temblor y el premio a lo que he aprehendido. Así que debo tragarme mis palabras
para cumplir con mi lema más puro: el Deber antes que el Querer. En tres días
de suma angustia he debido velar y enterrar a quien, asumo, era el intento de
discípulo. No logro entender por qué, y de todas las formas posibles no he
podido ser lo que anhelaba, por el peso de la responsabilidad he debido improvisar
una parte de mí que intentaba mantener sumida a discreción, pero las posibilidades
van cambiando y hoy me toca, una vez más, ser el parche sucumbido. Nadie te
pregunta sí quieres, qué es lo que sientes, sólo el deber llega, porque sí, y no hay respuesta más
insulsa que es; porque soy yo mismo.
El párrafo anterior es el torrente de pensamientos que me inspiraban a
llegar más arriba hasta la cornisa. La gente masoquista a pesar de quemarse mirando
el sol, resistían sonrientes buscando los globos esparcidos en el firmamento, los
vendedores de binoculares habían reinaugurado américa con tanta venta, y como
mero invitado y tacaño por el elevado precio, me protegí los ojos con el
poderoso libro sobre mi frente. Aplausos estridentes, gritos y silbidos lejanos
se escuchaban de la multitud a una manzana viendo como despegaba un nuevo aerostático.
–“Para subirse a esos aparatos hay que
ser sumamente gallardos.” – mencionó
el anciano fumador mientras sacaba la pipa de su boca, y su afirmación, era
exactamente la misma que ideé subiendo la colina hace unos minutos. Nuevamente caminé
por la ladera para ir descubriendo a la decena de ejemplares suspendidos en las
alturas, un viaje mágico, por lo que logro entender, es el que se vive en las
nubes, ¿Qué se sentirá mirar todo más pequeño? Un revoltijo en mi estómago me
apretó con tan sólo imaginar estar allí tan vulnerable a kilómetros de tierra
firme. Pero un llamado me alarmó más, cuando un hombre me invitaba al frente
del canastillo; crucé el tumulto de personas y en un instante confuso, el señor
me pasó una soga y un buril anudado al gancho del membrete.
Recuerdo mis palabras de aquella mañana: “debemos aprovechar cada
oportunidad y prepararnos en el silencio para la obra que desconocemos,
aprender lo que más podamos para que estemos listos en el minuto que nos corresponda
asumir la tarea.” Y heme aquí, contra mi voluntad, reaccionando en la inercia,
sujetando el abismante terror entre desconocidos de quien realmente soy. Pero eso
es, para ser valiente hay que tener miedo primero. Y yo, no retrocedo, se lo
prometí al joven de 17 años, no volveré abajo, sin intentarlo. Me aferré
paralizado al marco de la barquilla y con una mano, gradué la llama en el
sistema de calefacción, y en un disparate de segundos, el esférico de goma y cuero
se infló a tal magnitud que automáticamente se alivianó la gravedad aparente y
con vista fija al horizonte, ascendí escuchando voces de aliento y
felicitaciones.
No es el momento de tener un curso de emergencia, ni un manual de instrucciones,
me toca ser quien afirme este aparato, debo cortar el cordón que me detuvo, y
mantener a flote la magnificencia de lo que esta por encima de mí. La pregunta
ahora es el para qué, y eso debo apreciar, buscar; se me ha encomendado una
tarea más y debo asumirla, Dios me ayudará a dar lo mejor de mí, hasta que mis
fuerzas lo permitan. Temo por los prejuicios, por las habladurías, por el daño
cometido sin saberlo, por faltar a lo que debo hacer. Entre más alto, más duele
la caída. Más confío en una Diestra invisible sosteniendo el canastillo, pero
no es el momento de protestar o llorar para retroceso. El aire es lo mío, ya
estoy aquí, y aquí es donde debo mantenerme. ¡Que las ilusiones retornen a este
idealista empedernido, que necesita de las fuerzas de su porvenir!
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