El Frailecillo

"Muestro al tilde de Islandia y su serenata al Sol argento."


Es la historia compartida de un hombre pequeño
que borda humildad en las alas de su sueño.
Ya no teme al portento ni a su rugido inquieto,
porque confía en Aquel que hizo el mar somnoliento
para hacerle dormir en un magno cuento.

De mañana a un suave bramido de las corrientes 
apareció silente el pequeño tilde de islandia, 
sin talante alzado; cayó sobre la era del viento
y en su lecho acuático, desnudó el barro 
que amortillaba su blanca inocencia.

Escucharon las olas su ajetreo pesquero
y en cada soplo del occidente su canto renuevo
espaciado entre los globos que a su nado,
reparte despierto tras pisar suave cardo;
que en las orillas arenadas, su pensamiento dejaron.

De sencillo resalte sobre su rostro blanco
sumergió sus labios pausados en naranjo terco
coronó su margen de celestino talento;
que muestra con gracia al ocaso firmamento;
danzando su instinto, a serene contento.

Es su imagen honesta el fugaz reflejo 
de un confuso y superior intento;
de hallar prisa creciente a fundir el hierro
que del bruno barro forjó tanto aliento.

Yo hablo de un inocente frailecillo 
que ya no migra de estruendoso miedo,
que observa gallardo sobre un pedrusco silbido
anunciando su paraíso elocuente en medio de su bullicio.

Como al nardo más puro, su esperanza encierra de la tormenta
navega mares al ártico intentando conocer al sol argento 
y hallar sobre las nimbos a su Eterno Sustento.
¿Podrá el frailecillo entonar su inmortal serenata?
Ciertamente sí, porque a su Hacedor proclama.

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