"T R O N C O S"

"Sí el aprendizaje fuese la observación, sería el hombre más sabio del planeta. Sólo sé examinar sus cortezas y la fuerza de sus grietas. Descifrar sus colores y contar los anillos que van acrecentando su gran historia."

Prólogo: Es en momentos como este, en el que desearía perderme en la profundidad de un bosque para que nunca nadie pueda encontrarme. Tan espeso que ni siquiera se vea la segunda barrera de arboles, lo suficientemente congestionado para impedir incluso al aire moverse. Y que allí, lentamente el frío me termine quitando la aspereza sutil de todos los septenios anteriores. Tenderme sobre las raíces, mirar al firmamento de ramas y suministrar lentamente al espacio, mis soplos de vida. A veces todo está para arriba, dado vuelta, el follaje y las ramas sustentan lo que las infinidades de la terminación, deberían sostener. En este bosque, mientras más pasos otorgo al sendero, más árboles se vuelcan en sí mismos, no habiendo más remedio, que talarlos tan bruscamente que no quede astilla sobre astilla. Cuando tengo miedo, voy más allá de lo imaginado, más cerca de lo esencial y sin reparos, comienzo a caminar sin fronteras, una actitud de niño, en un hombre más. 

Caminaba por el sendero virgen, mientras las corrientes del viento movían cada hebra de mi chaleco. No quería cortar otra historia, quería terminar la inconclusa en las hojas secas que hace poco cubrían el suelo. Con cada paso, mi mirada alcanzaba a 60 árboles por minuto, era capaz de concentrar mi atención en cada alma viviente a las afueras del prado, donde los árboles caminaban, corrían y se entrelazaban por el sol y a la corriente del viento. He tocado muchos troncos, visto cada beta, de sus maderas, acariciado todas las grietas de las cortezas, y pulido las hojas que arman sus ramas. He vagado por muchos bosques, me he detenido para admirar a muchos seres, pero ninguno es el que me ha convencido lo suficiente, como para sentarme bajo su sombra y catar sus cualidades herbáceas y humanas. Me detuve por un momento para girar mi cabeza a la redonda, canalicé mis sentidos en la búsqueda de los componentes que me faltaban. Ni siquiera sé cuáles son, pero es momento de confiar en mi intuición. Sé que estás aquí, rodeándome, escondiéndote detrás de otros, tus ojos migran cada vez que paso cerca, o escuchas mis pisadas sobre ramas secas, lees o gritan mi nombre por el resonar de las hojas al caer o el rugido del viento a tus espaldas. 

A veces siento que enloquezco con tanta esperanza, con anhelos tan fuertes de mantenerme firme ante la naturalidad, que me cuesta abandonarlos en medio de la nada para que la misma tierra los esconda de mí. Aunque no me canso de caminar, prosigo en torno a lo que busco, en los bolsillos guardo hilos y cueros para reparar mis zapatos y así, no fallar hasta encontrarlo. Mientras tanto, para no fatigar este anhelo, me sentaré en la corteza del último árbol de batalla, Sus anillos son tan grandes que hablan de su vida entera, y la fuerza de sus astillas proclaman el honor de su caída, el mismo que espero tener, sí llegara a suceder.


Epílogo: Cortaré troncos a la espera de tu llegada, los apilaré sobre sí mismos para medir los parámetros de mi paciencia. Construiré una cabaña o repararé quemarlos a fuego vivo, cada leña, cada macizo de madera, será el estribo que anuncie mi flagelante y gran historia.

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