"El Ancla"
"Creé el otro lado, donde emancipé la paz, la fidelidad y la armonía de las fuerzas vitales en cada alma que ha alcanzado una parte de mi cuerpo y cruzado al mundo paralelo. Yo lo conformé, y yo lo mantengo vivo, y a mí está anclado. Si algo llegara a pasarme, aquella realidad poco a poco se desintegraría, vaciando todos los recuerdos que allí guardo, por una sola razón."
Caminaba como de costumbre sobre el
pavimento blanco a orillas del agua. La costanera era otro pretexto para buscar
un nuevo lugar y habitar donde los acontecimientos negativos no llegaran. Refugiarme, al menos por un momento, de la decadencia de otros seres que no ven
más allá de su propio reflejo. Carraspeé el aire entre dientes mientras
transitaba al norte, donde los faroles tocaban los arcos del cielo, un entorno
tan tranquilizador que decidí capturar para agregarlo al mundo paralelo que he
creado para separar a todo ente del desfortunio. Con cada paraje visto, cada
emoción suscitada, he configurado un mundo similar al real, donde todo nuevo visitador
recibe libertades pioneras para alejarse de todo mal. No es sorpresa que ante
el dolor, el primer intento sea pensar en esconderse de él y cruzar al lado
donde la versión antagónica del ciclo, no puede varar. Por eso, todo dolor
tiene un precio, del dolor escapas y por dolor entras.
Estaba del otro lado observando todo. La arboleda dispuesta detrás del césped, era la barrera perfecta para ver el mundo real y cruzar de nuevo al paradigma
de lo cierto. Sentado en la banca, me dispuse a esperar la aparición del próximo visitante. Sin percatarme, detrás de mí acababa de llegar alguien totalmente inesperado. Un rostro tan confuso por el error y la agonía de la culpa, que sólo me llevó a tomar una desición. Extendí voluntariamente mi mano, para permitir que alcanzara mi
antebrazo sobre mi muñeca, sintiendo un dolor indescriptible que estremecía todo mí ser en el centro
de mi vientre. Cuando me reincorporé me di cuenta que se había desvanecido en
el instante, había cruzado al otro lado, la dimensión que he construido. Me segregué
de mí mismo y entré por la misma vereda, donde estaban todos reunidos; jugando,
andando en bicicleta, leyendo, girando en el césped, corriendo y haciendo sus
vidas como si nada hubiese pasado. Todos los que estaban ahí, habían alcanzado
una parte de mi cuerpo y pasado al otro lado, donde emancipé la paz y extendí
la calma. Desde la turbulencia, veo difícil llegar a ese puerto una vez más. Junté
los caminos que convergieran en salvar a otros de sí mismos. Gracias a la resiliencia, puedo
replicar cualquier recuerdo ante el anhelo de hacerlo. Sólo tengo que cerrar
mis ojos y caminar sobre mí mismo, para desajustar las dimensiones y estar en
medio de quienes he protegido sin ser vistos.
Pero, ¿cuál es el costo de hacerlo?, vivir
esperanzado y regocijado en visitar el mundo real que hice. Creé dos mundos
paralelos, construí la puerta, la llave y el cerrojo sin darme cuenta. Mi
cuerpo entero, la tensión de su superficie y la fuerza del centro de las
memorias, me han convertido en el ancla del otro lado, en el lugar en que todos pasan para descansar y retornar al sentido de su vida. Si yo muero, caigo o me daño, el
otro lado desaparece conmigo. No quiero dejarlo libre, no puedo siquiera soltarlo, porque perdería todo su contenido, vaciaría la única insustancialidad que me pertenece. Borraría mi propia vida, porque en el único espacio en el que puedo sostenerlos, es en esta realidad, mi propia vida.
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