Retazos


En este punto de la vida, las palabras se han convertido en un tejido, y cada frase que escribo se convierte en un retazo de género que habrá de cubrir algo. Como se trata del arte de un sastre, es necesario seleccionar con cuidado cada pedazo, cada pensamiento, e hilvanarlos con paciencia, confeccionando un atuendo que no solo viste, sino que también fortalece.

Estos retazos no son meros fragmentos de texto dispersos; son pequeños testigos circundantes por la casa. Cada frase sostiene un propósito: darme fuerza en la debilidad, regalarme esperanza cuando el horizonte parece distante, ofrecer consuelo cuando las tormentas interiores arrecian, e inspirarme para seguir adelante, aun cuando el camino parezca oscuro.

Escribo cada día porque, en estas palabras, encuentro la manera de construir el abrigo contra los fríos de la incertidumbre y la duda. Las frases se convierten en capas recordándome que, aunque el mundo exterior pueda ser implacable, dentro de mí existe un espacio creador de significados.

Es inevitable recordar que en las diferencias del textil hay frases de ella, mías, de ellos y por supuesto de Él, el autor principal. Es extraño, es extraño pensar y a la vez sentir que las telas te hablan ¿no? es medio descabellado, pero algunas ropas y su textura te recuerdan a esas personas que dejaron algo en ti, que cobran vida nuevamente o se transportan hasta aquí cuando sientes la superficie de su género.

Algunos retazos son parches al momento, otros son vendajes, algunos apósitos y otros trajes de gala confeccionados para las mejores ocasiones y especiales personas.

No sé hacer ropa, pero sí escribir las buenas frases.

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