Parvada

"Aves y sangre."


Las llamo estrellas del día, suelo mirarlas aunque el sol fulmine mis ojos en el juego de divisar su plumaje y el arqueo de sus alas. Pero últimamente, intentan entrar donde no caben. Vuelan intrépidas sobre el cauce del viento, calculando la caída hacia el estrecho abismo paramentado por riscos tan antiguos como el mismo tiempo. Se agitan oscuras en un momento repentino, y entre los cruces de sus pares y el apremio de su cometido, permean la capa terrestre empujándose unas a otras en estallidos hasta encontrar su tan esperado rumbo en las líneas de la obertura.

Ocasionalmente me despiertan al estrellar sus patas en los muros, desvelándose conmigo en el silencio de la madrugada, en el pasado las entendí como un despertador con la creación, hoy ya no es una sorpresa amable. A veces pronuncio los nombres que necesitan oír para migrar nuevamente al recibir su porción. Nunca he visto nacer un ave ni verla morir, al parecer es repentino, y ocurre en el silencio de su nido aún rodeado por el estruendoso mundo en el que vivimos; cae de una rama o se acuesta oculto en el prado esperando el momento que todo animal presiente por motivos naturales. Qué extraña es la conclusión que viene sólo de un sentimiento, y que se enreda con la creencia mortal de que el hilo se cortará en breve, o que los pálpitos de un pequeño pecho sosieguen su acento para volver al polvo prometido. 

A veces las veo volar en una danza que detiene el espacio y su movimiento, y en el cercado de lo inexplicable, se aceleran en las betas de sus propias pistas invisibles dejadas en el aire. El atardecer entinta sus sonidos, los hace más cálidos al parecer, se llaman unas a otras en el revoltijo de sus siluetas, mientras otras sellan el carril que su antecesora determinó.

Sí, cuando estoy desprevenido recorren el flanco izquierdo y se posan sobre este costado para mostrar las pertenencias en sus picos; memorias, cartas, conversaciones, cantos y nudos, que me obligan a revisar una a una su baluarte, y no es hasta que la última muestra su pieza, que retoman sus puestos en la parvada suspendida en los corintos del firmamento.

Es lo mismo, es la sangre precipitándose a la cavidad donde no cabe aún, es la alteración benigna de ir al ritmo que debe, sin éxito en un largo intento. 

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