Caldera

"Oscilación finita de enfriarme para no explotar y de hervir al punto para sobrevivir."


Esto es estar hirviendo en el centro cuando siento todo congelado afuera. Creo que la vida entera se me ha pasado en la oscilación finita de enfriarme para no explotar y de hervir al punto para sobrevivir, es calibrar la isoterma en medio de lo inevitable e incluso lo que no te pertenece del todo. De hecho, han habido días en los cuales siento arder la sangre que recorre una mitad de mi cara, pero la otra permanece estoica y fría haciendo que mi ojo derecho se vea más pequeño que de costumbre. La circulación se pasea por el cuerpo persiguiendo su naturaleza homeostática cumpliendo su misión, propósito que nadie le asignó y que en su fluencia, aprendió su lugar en la vida, como también cada uno debe aventurarse a descubrirlo. 

Si hablamos de vulnerabilidad, al parecer nos referimos a esa sensación férrea y fría en el interior, que a veces arde y te consume, se evapora a ratos pero vuelve a condensarse porque retoma su lugar en el interior. Sí, la vulnerabilidad es el agua entre glóbulos y plaquetas, el liquido que se ha filtrado continuamente en el organismo y que se mantiene contenido por el mismo. Un ciclo. Una repetición variable y continua a la vez que subyace a la vivencia y se condensa a ratos siendo difícil expresarla. 

Liberarla
Aprender a liberar esa vulnerabilidad opresiva que ebulle rodeada de pugno glaciar y nieve, el desmedro que aguanta ferviente rebullendo su esencia; es tener un iris celestino y el otro rojizo por la presión, es convivir con ambas temperaturas para seguir aquí. Es decidir continuar como una caldera autónoma o cambiar el agua. 

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