Limerencia

"Fiebre ilícita que me porta entre acantilados de Venus y hielos de Mercurio, centinelas de saltos entre  mundos con anclaje de la misma luna para no perderte de vista y en ese viaje sutil, sentir el calor tan cerca de nuestras ropas y la tensión entre ambos a punto de colisionar."


Siempre ha sido difícil componer las palabras justas para evitar que discutamos y por unos segundos se desencadene mi peor pánico: tu desencanto. Ha sido tan fácil mirar, pero callar es el tormento. Guardar silencio cuando quiero ir a buscarte después del trabajo, esperarte afuera para que en un arrebato de gloria te de vuelta y te diga lo que siento hasta quedarme seco. Pero cuando me dirijo a lograrlo, me vence el pensar en herirte, romperte en celos posteriormente porque te amaría tanto que te acostumbrarías a la forma en que lo hago, te reflejarías en cada persona a la que cubro, si eso fuere abrazarle, consolarle, hacerle reír y hasta posponer nuestros planes para ir al rescate. La preocupación eterna de mis padres siempre ha sido que me hagan tonto o que abusen de mí por mi buena voluntad y estar presto al servicio. Que sencillo sí, es para mí estirar la mano, compartir lo que tengo, acariciar la cabeza ajena de quién llora y hablar con amor a los oídos dolidos, y eso, me ha hecho pensar que tendrías que compartirme con el resto del mundo, he confundido a tanta gente por mi forma romántica de ser, siento que es como vivir por unos momentos en otro planeta sin gravedad, libre, en el cual juegue con ella (no de la fuerza, sino de la intensidad).

¿Es incrédulo pensar que podré hablarte naturalmente un día? ¿Irte a buscar al trabajo y juntos pasar la noche? Suena bien, digo, ¿Qué tan diferente podría ser de esas escenas en las películas? o tal vez perdernos a propósito culpando al GPS sólo para pasar más tiempo solos hasta una reserva, o ¿Qué tal si nos quedamos en la intemperie entre tanto el cielo se arma y embriagados por nuestra propia limerencia inventamos nuestro diálogo best seller? y después de ello, tocarte con propósito la mano en un descuido desprevenido.

Porque la verdad es que vivo como si estuviera enamorado y no me habría dado cuenta si es que una sabia mujer no me lo hubiera presentado de golpe: dedico canciones, cocino de noche bailando, preparo sorpresas, compongo rimas escondidas en los momentos, calculo las visitas y programo las salidas, golpeo puertas y me anuncio cantando, defiendo a quien oprimen y acompaño a quién lo necesita, y la mirada... esta mirada profunda que una amiga del pasado tanto loaba porque parecía transmitir un desborde atorado, ¡y cómo no!, si porto el maleficio de mil emociones centrípetas provenientes del pasado al presente y su lanzamiento al porvenir. El problema es que quiero estar enamorado, quiero hacer lo que hago por los demás exclusivamente para una sola persona en la faz de la tierra, arriesgándolo todo, incluso, si eso me llega a desgarrar el alma y toque el corazón desangrándome la vida.

¿Serás tú? ¿Quieres serlo? porque yo estoy loco por saber qué se siente, a veces cuando camino por la calle y sin querer hago creer a otro que me he caído rendido, me es inevitable pensar en el tal vez. Al parecer contigo es diferente, porque el flujo no ha pasado, sigue la carga febril en mi cuerpo cada vez que te imagino en el mismo espacio.

Fiebre ilícita que me porta entre acantilados de Venus y hielos de Mercurio, centinelas de saltos entre mundos con anclaje de la misma luna para no perderte de vista y en ese viaje sutil, sentir el calor tan cerca de nuestras ropas y la tensión entre ambos a punto de colisionar.

Quiero romantizar tus días, obligar a la orquesta de despertares a ataviar tus jornadas y no dejarte respirar por los besos que aún de lejos te doy constantemente.

Mírame, quédate ahí amor. Ya voy.

Confabular con los siete sentidos nuestros momentos y firmarlos con sangre de eros, ese es mi estado limerente.

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