El roce negro
"Que con un retorcer de sus ojos de furioso ocaso, me siniestra a desearle en el río nocturno cuando las aguas disimulen la fonía de nuestros besos..."
Parece que siempre esto deparará en mi culpa absuelva. Es que no pude evitarlo ante su baile en la serenidad de las aguas, su bestial figura suavizaba la amplitud de sus contornos hasta tener de mí esa indivisa atención que presto cuando deseo inmortalizar las sensaciones, mientras el aleteo de sus bordes sumergían las plumas impermeables a causa de esa tensión superficial tan inherentes en las débiles profundidades.
¿Cómo puedo capturar de sus plumas el roce? y estrechar allí la longitud de sus alas para impedir su fuga y retenerle conmigo hasta que me sumerja consigo. Y es que el tedioso problema es que cuánto más lo anhelo, más se envanece el licor agrio del amor mortal aquí. Ahora solos en la plenitud de la madrugada y en el gélido silencio de la inmensidad es cuando debo atrapar al cisne. ¿Acaso ya no pueden observar su belleza? que con un retorcer de su vista me siniestra a desearle en el río nocturno cuando las aguas disimulen la fonía de nuestros besos. ¡Que impetuoso es el pensar cuando su acto no concibe!, debo reconocer antes que mis dedos caigan a tierra por la helada, que en la tersa comisura de sus lomos pierdo el pulso de la eternidad, ¡porque ya no habrá nada más esplendoroso que alcanzar en esta vida!.
Con labios partidos se pronuncia un canto, que atractivo al eco, dirigirá su buceo azabache hasta mis pies. Quiero ser trastornado por el círculo cósmico que consigue el reflejo de las corrientes sobre sí, intento calmar este movimiento de arrodillarme para hacerle creer que puede poseerme, aunque la realidad sea una opuesta, los días en sus aguas se traducen en caótica caída. Y si me ofrezco para amarle entre mis aguas y cierre mis fronteras para eternizar el instante sagrado de su compañía almíbar.
¿Por qué todos quieren poseerte? será por el regazo infalible que muestras mientras bailas o la singularidad de tu forma y aspecto. Mánchame, porque me he hartado de esta pureza, mientras otros pueden contemplarte y elogiar tu misterioso aspecto, quiero que me cubras con tus alas y en tus ojos de furioso ocaso encontrar mi perdición bendita. Mientras tus manos me alcanzan y dejan sus marcas de carbonizada apariencia, no puedo evitar sentir que el nocivo soy yo, culpable de lanzarnos a ambos a una hondura de la cual no podremos salir porque de cierto, moriremos en tu excelsa belleza.
Traté de limpiarme de sus roces ennegrecidos pero por más furia que desatara en el pasado, la piel no cambiaba su aspecto... estamos hasta el fondo ¿no?...
Pero antes de que el anochecer intente seducirnos en tus corrientes otra vez, y mis ideas traten de acontecer, quiero ser yo el que lave tu plumaje, autorízame a dejar sobre ti el rocío que mantenga tu negro resplandor porque también mereces vivir para otros.
Aunque sus roces se han perpetrado y sus toques insinúan lo que logró, sé que tu vanidoso giro se convertirá en la única posesión valiosa que pueda ostentar ante todo aquel que desea acariciarte.
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