Nochevieja
"A un minuto de entregar al arrugado año a los emporios del tiempo, viendo saldar la cosecha de un año en tan sólo una fresca noche, una velada seleccionada por el almanaque para representarse como el nuevo y último paladín de la década. Es el tiempo para sólo sentarte y descansar sobre el momento, recostado en la mansedumbre y ser abrazado por la concordia. Es la noche donde lo bueno se queda y lo malo se desecha."
Aunque la navidad había pasado
con ásperos goznes, aún tenía la oportunidad de terminar el año como esperaba,
con silencioso regocijo e instinto de plenitud. Caminé por el terco nevazón que
se acumulaba más y más en los amplios campos de Alberta. Miraba hacia al frente
de vez en cuando para saber si aún estaba en la dirección correcta, la pequeña
luz ocre que avisté desde las laderas parecía camuflarse más lejana entre el
paramo níveo. Uno y otro copo galés trataba de retrasar mi paso hasta el único
espacio iluminado en el retiro, veía mis huellas en la cristalina superficie,
que en su crujir alternado al bullicio de la ventisca, componían la única
melodía solemne para acompañarme en mi austera ventura. Aunque permanecía la
posibilidad de devolverme, un sonido más familiar renovaba mi propósito de
congregarme en aquel lugar para cantar aún no pudiendo pronunciar palabra
alguna. Un rabel y dos clarinetes soliviantaban voces que calmadamente
entonaban himnos de gratitud, medidos por los segundos, cada frase se tornaba
más clara y definida para anunciar el punto exacto en el que las llamas del
fuego tiznaban la nieve en la entrada del nórdico edificio.
Subí los escalones botando la
nieve de las barandas y continuar centrado en lo que contemplaba cada vez más
nítido a través del vidrio opaco. El cambio de temperaturas fue abrumante en
cierto sentido, pero todo volvía a su sitio cuando discretamente me senté en
una banca vacía esperando ser ocupada por un congelado visitante.
A
veces necesitamos espacios como éstos. Donde ni tengamos parte ni
responsabilidad en el acto, tiempo para sólo sentarte y descansar sobre el
momento, recostado en la mansedumbre y ser abrazado por la concordia. La
capilla era tan labriega, ambientada perfectamente como un granero para ver saldar
la cosecha de un año en tan sólo una fresca noche, una velada seleccionada por
el almanaque para representarse como el nuevo y último paladín de la década.
La
filarmonía incitaba a cuadrar detalladamente la escena, diferentes hogazas de
pan y granos decoraban una mesa rodeada por manojos rústicos de cereales recién
cosechados, bálagos ornamentales en cada columna del edificio, todo sellado con
colores dorados, garzos y azules de lino pardal.
De pronto mi apreciación fue
detenida por una mujer sonriente que de sus manos compartía una hoja y un
bolígrafo, lo dejé a un costado para poder desabrigarme mientras me percataba
de los rostros concentrados en su propia escritura que con todo trazo esmeraban
ojos iluminados con brillo de emoción y logro. No sabía qué escribir, qué
contar para poder leerme en voz alta y develar lo que el Cielo y toda su Gloria
hizo en mi favor este año. Observaba las estrellas tenues que aparecían sagaces
por la ventana, la nieve había cesado para dar paso a una noche de alta definición,
por lo que me mantuve en mi puesto hasta que mi plana comenzó a ser llenada,
deambulé alrededor del salón para ordenar mejor mis ideas entre tanto buscaba
palabras acertadas para lo que sentía.
Nos pidieron retornar
a nuestros asientos para escuchar una nueva interpretación instrumental en la
que uno a uno leeríamos a los demás sus esmeros mejor cumplidos, subí
finalmente con mi palafrén listo y a viva voz enuncié lo cumplido este año.
Reconozco que en estos 12 meses no me esforcé lo suficiente para crecer, me
sentí estancado y hasta hace poco perdido sin un objetivo personal que me
hiciera feliz. Deseo en esta Nochevieja saber lo que es vivir un día a la vez,
vivir por Fe, confiando en que habrá más noches donde pueda sentir esta calma
de estar en salud, gracia y fidelidad. Fue así, como todas las velas de los
presentes se compartían la misma llama para esperar las doce campanadas del año
nuevo, a un minuto del terso e inexperto 2020.
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