Samaipata

"El lugar donde los collados reciben a las estrellas caídas, un deposito natural de fugaces astros que inundan esta tierra con la magia de los deseos y los mas puros anhelos, llenando su follaje de colores danzantes entre el sol, la luna y sus espacios."


Si me preguntas conocer el paraíso, diría que no, pero si reconocería que parte de él, sin duda, tiene mucho del cuadrante 18.18° S 63.8755° O planetario. 3 horas y 45 minutos viajando desde la casa hasta la última cuna del imperio Inca en medio predio natural del cordón sudamericano. Entre mas recorría el pueblo y nos adentrábamos a los bosques colindantes al camino, sentía que me remontaba siglos atrás cuando América permanecía oculta del primer oriente y seres nativos vivían en esplendorosa calma encerrados en un momento del tiempo y el espacio, valles separados exclusivamente para acurrucar la vida de miles totalmente libres en la armonía con la naturaleza.

El lugar donde los collados reciben a las estrellas caídas, un deposito natural de fugaces astros que inundan esta tierra con la magia de los deseos y los mas puros anhelos de cada hombre mujer y niño que se acerca como circonio al reflejo menguante de la luna. Caminaba sendero arriba cubriéndome del frío, el sol parecía sólo funcionar al cincuenta, porque el aire a pesar de la inexistencia de nieve, era un ambiente fresco para ascender, las sombras jugaban a escabullirse y reaparecer a medida que los árboles se mecían al borde sus precipicios y desde aquí, percibí dos rasgos más: pareciera que los surcos entre los valles fueron hechos por los dedos de la madre tierra y que mantos de céspedes tejidos delicadamente fueron dejados sobre los montes.

Con certeza he descubierto el nido del frío argento apenas cae el sol y se encumbra la luna en su sitio, y un fanático del amor, deslavó los montes para formar una reunión de cuevas preparadas para la aventura de los amantes. Ya no se podía volver, de un lugar tan mágico y misterioso como éste, apacible y hermoso naturalmente. Como parte de la travesía, no teníamos cómo volver a casa, así que caminamos hasta caer la noche y en un intranquilo intento mientras se oscurecía todo, subimos a un camión con decenas de forasteros igual que nosotros, compartimos el pequeño espacio y largo viaje de retorno entre los valles de Samaipata, la velocidad congelada penetraba oídos y la piel descubierta, pero el dolor dejaba de ser protagonista cuando alzaba mis ojos al espectáculo de la vía láctea rasgando la noche por encima de las ramas, sinceramente, vi. uno de los derrames de estrellas mas hermosos que he capturado y entre ellas, colores magentas jaspeados como nebulosas del espacio mismo. Es en serio, lo vi. Ahora, deseo saber el secreto del por qué los pinos llevan sus hebras hacia arriba y sus piñas son diferentes de los crecientes en el lugar de donde vengo.

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