La Torre
"Ya no puedes permitir que el dolor te paralice, ni los recuerdos infrinjan un castigo, porque ya otro a tomado su látigo y lo ha cambiado por un cordón enhebrado hacia una puerta más alta en el firmamento, por eso, debes subir esta torre."
Los rayos enceguecían a todo aquel que osaba erguir su cabeza hacia lo
alto, sólo podía resistir sí la excelsa columna de misteriosa apariencia, más
oscura que el ónix pulido, se interponía entre lo lejano y la tierra. Su ruda
altura no era temible, sino más bien, atrayente al ojo humano; te invitaba a
entrar y subir hasta su cúspide confusa expuesta al final de su figura, y sin
pensarlo ascendí el primer escalón con suma confianza mirando el espiral
angulado que se presentaba perfectamente geometrizado hasta su punto de fuga.
Retrocedía cinco minutos para ver los grilletes que en mis manos se
resistían frívolos de cruda soldadura. Encerrado bajo el mar, mi celda se
levantaba firme contra sus corrientes de las cuales sólo recibía su brisa
desesperada ahogándose en el tumulto pedregal. quién habrá podido oírme cantar
desde las profundidades de este zócalo escondido, o golpear un endeble mármol
esculpiéndose en forma de ranura.
Comencé a subir con una confianza indudable, que todos los presentes
no lograban entender pese a mi estado anterior, incluso yo, me atreví a subir
la estrecha escalera para nada desafiante hasta ir tornando cada piso de la
torre inerte, obediente al registro del viento y el despertar de la lluvia. Pero
entre más subía, el pavor más pesado se volvía en mis pies y sustento, tuve
miedo de caer, así que comencé a escalar afirmando mis manos en los peldaños
anteriores, pero nuevamente veía tu rostro esperándome en el nivel final. Temblando
incluso dudando en bajar o saltar al vacío, seguía avanzando, incluso me
alejaba de mis propios pensamientos que trataban de detenerme, pero quise ser
más fuerte y lograr vencer el terror y su vértigo, no era momento de temer,
sino de continuar dando la batalla sin temor, olvidando el pasado, y sus
palabras cautivas en el recuerdo de una mente infante y un adolecer con 14
años. A cada peldaño, le daba una firme pisada porque en cada centímetro
renombraba las voces y sus equivocados contenidos, yo ya lo he dicho antes, y
para mí es un principio de batalla, no se puede ser valiente a menos que tengas
miedo. Yo estuve aterrado siete días encerrado en una prisión injusta, pero
aprobada, porque fui yo quien armó el cerrojo y forjó un candado sin llave otra
vez, me permití inmovilizar en el ahogado propósito del silencio, cometiendo el
error más grave de un juicio: dejar ir a tus testigos y defensa para alimentar
las acusaciones mal habidas en contra de una real inocencia. Entre más me
sumergía en estos pensamientos, el valor de las batallas vencidas infundía más
vigor a mis huesos y carne para continuar ascendiendo cada vez más, el túnel
iba estrechándose y la salida iluminada cuadrándose en una recamara de limpio
aire sobre el cañón natural de una torre.
Empujé el siniestro escándalo del día contra sigo mismo, para ponerme
de pie en un mundo movedizo y de respiración ancha y acelerada observando el
infinito a mi alrededor; campos de todo hábitat repartidos hasta su ocaso en
los horizontes de la esfera. Ya no puedes permitir que el dolor te paralice, ni
los recuerdos infrinjan un castigo, porque ya otro a tomado su látigo y lo ha
cambiado por un cordón enhebrado hacia una puerta más alta en el firmamento. Me
apoyé tambaleante en un pilar de la presuntuosa torre… y observé lo vencido
para asegurarme de ver la realidad… está claro que logré subir, pero no sé cómo
lograré bajar, pero sé que lo haré con el mismo cuidado e ímpetu que me
permitió llegar hasta aquí. No hay torre que no pueda subir, ya no hay altura
que limite mi ganancia, porque tenga gracia extra y esa no es mía, es suya.
Comentarios
Publicar un comentario
Sólo escribe lo que sientes, lo que acabas de leer tiene un valor personal e inmensurable ante ojos humanos.