El Sendero Rojo
Aunque se me prohibió desde el comienzo hallar este sendero, es inevitable retornar al punto álgido a finales de noviembre. Infracción o trote, he aprendido a verlo como es. Y aquí va lo que se me ocurrió recoger.
Sí entrare a tu pasión de mañana inocente
y pusiese mis pies en tu suave simiente,
Correría en círculos de cual carmesí
sangrantes de tu atrapador frenesí.
Encenderías el fuego consumador del porvenir
que en angustiosas eras no podría revatir,
Y en estos cálidos besos que guardados porto,
sellaría tu sueño inmortal sobre el don y su voto.
Más tú como desterrado me oyes en el silencio
abismado por el tesón de mis altos deseos,
me abandonarás en el laberinto de tu bullicio,
y desfallecido seré en la piedra de mi eros.
Detén por favor tus labios de rojo abrogar
y podré esta embriaguez sin denuedo liberar,
Entre falsos abedules preparaste mi caída
Más en ciprés marcamos tu intención vencida.
Que el atardecer remueva las hojas de su rama
y tú criterio se desarme en pisadas
Yo me callo como el prudente llama
y en el roquerío de blancas parvadas
destruidas se hallan.
Aprovecha mi mano sobre el vendaval que ordenaste
y secuestra en remetidas ocasiones,
el cuerpo que en fragmentos se miente
para abrazar lo preciado en tu concierne
Me quemarás con el rozar de tu aliento
sobre el margen de mis labios sin remordimiento
qué engañoso son el corazón y su anhelo,
pero más sabio seré si este camino ya desvelo.
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