Fiorente (Floreciente)
"Las hojas y ramas se abrían para que todos y cada uno apreciara a un pequeño e indefenso botón violáceo yacente en su tallo... Al unísono el viento, el rocío y la pradera levantaban sus fuerzas para cantar victorias, al milagro, a la felicidad y agradecimiento a aquel Sol que hace resplandecer su rostro sobre todos en este mundo."
Siempre he sabido que las herbáceas están vivas, igual que yo, y que hablan de la creación de la naturaleza en su propio idioma botánico. Pero esta vez confabulaban enviándose secretos de esquina a esquina, escondían entre sus follajes el enigma de la Vida. Jamás había visto tanto movimiento en el jardín como hoy ha acontecido, todos corrían alborotados perseguidos por el reloj circadiano del día, los señores Gladiolos con sus anchos bigotes y barbas se peleaban por la mejor vista subiendo uno encima del otro, mientras las Dalias enriquecidas de su belleza peinaban sus pasteles cubiertas, para que las interminables Margaritas y Lantanas les abrieran paso para llegar al centro del jardín, dónde todo el mundo giraba. Sin embargo mientras las infinitas hijas de la Hortensia peleaban una con la otra por no ser tapadas entre sí, el Lirio de los Valles acomodaba a sus hijos ordenadamente sobre el gran tallo del Cerezo, mientras sus flores perfumadas preparaban el elixir que daría al ambiente dulce fulgor.
De pronto, el silencio se apoderaba
del jardín, todos los géneros, especies y familias del reino verdáceo se
miraban perplejamente entusiasmadas frente a lo que iba a ocurrir. “Tun, tan,
tun” era lo único que se escuchaba, eran pasos amables y líderes de la flor guía
de todo el jardín, todas las flores sonreían honradas por estar ante su
presencia, habían limpiado cada pétalo de sus vestidos, peinado cada pistilo y
ordenado cada una de sus hojas. Fue entonces cuando la Rosa de Sarón, llegaba
frente a la joven y perfumada Lavanda, el centro del vergel. La Rosa extendió su rama y en sus hojas no había puntas,
eran suaves y terciopeladas igual que sus pétalos. Se paró frente a ella, y tocó una de sus ramas para que descubriera a su tesoro más preciado, ante la vista
de todos los presentes, las hojas y ramas se abrían para que todos y cada uno apreciara
a un pequeño e indefenso botón violáceo yacente en su tallo. Mientras miraban la escena,
el cielo se abría tan puro y brillante para permitir a un haz de luz descender,
la rosa de sarón sonreía satisfecha porque en su sabiduría, sabía que la hora había
llegado.
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A mi querida amiga María Consuelo,
la primera de mis amigos en convertirse en Madre.
Y a la pequeña y dulce Sofía Florencia, nuestra florecita más preciada que ha nacido hoy.
Y a la pequeña y dulce Sofía Florencia, nuestra florecita más preciada que ha nacido hoy.
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