- Ciego verdaderamente.

 "No deseaba despertar, no quería separar el puente hemisférico de los contrasoles. Con la furia de mis anhelos, las cosas en mis manos se derretían, no quería ver mi realidad ahora."

No, no quiero despertar de esto. No podía dormir pensando que era el sueño que desde siempre había querido vivir. No sabía si era el sueño mío o el de él, el que se estaba haciendo real e íntegro. Entre mis manos estaba la oportunidad de alcanzar el fugaz y único objeto que necesito. Sólo tenía que tomar el martillo del ansia y quebrar el retrógrada rugido de la física ausencia de alguien, para que todo apareciera.

Paulatinamente el escenario que vibraba de marrón a un violeta agrisado, suscitó a tener en mis ojos el chistido de la luz. A través de mis párpados veía toda clase de maravillas, espantando a la ceguera invasora. Sólo podía retener en mis manos esas pequeñas cosas, esos potentes detalles que deslumbran mi atención por completo; un almendrado, aquel hilo encerado azul, su sonrisa cuadrada y aceite de linaza que poco a poco juntaba entre mis dedos. Del reloj de mi vida sólo se citaban pesadillas, malos tramos, pocos recuerdos felices, y grandes anhelos, que pateaban el negativismo de 19 años y los lanzaban fuera de mi telón cinematográfico.

Estos últimos meses habían sido encarnecidos en un sueño tan real y vibrante que únicamente yo podía crear a mí alrededor, algo tan dementemente equilibrado. La venda en mis ojos no era otra cosa que el delineador de la perfección que me esperaba. A través de sus fibras aparecían los más bellos pasajes de la virtud, la vida, el gozo, la paz, la templanza y la armonía de lo natural. Todas esas sensaciones hacían que llevara mis hombros a una antepulsión y mi costal tratara de camuflarse con mi espalda. A penas quería retroceder en mis mares pensamientos las imágenes imposibilitaban el boleto de la entusiasta precariedad. La resignación había amarrado mis manos con una soga semejante al petróleo, tan oscura y resistente, detrás de mi espalda. Todo lo que quería tener en la vida aparecía sobre el telar blanco puesto sobre mi vista. No deseaba despertar, no quería separar el puente hemisférico de los contrasoles. El sentir de mi interior había renacido para brillar en lo alto, hacer que mis pisadas de verdad se realizaran sobre el cielo, gritar en eco en medio de la plenitud, pero algo pasaba… la nieve de los grandes acantilados, se derretían en grandes ríos, el viento de fuerte veloz remecía el estupefacto corazón que cesaba sus funciones, frente a la perdida de la perpleja visión. Era la realidad, la realidad en la cual muchos a mí alrededor quieren sumergirme.Pero jamás viviré una mentira, me rehusaré siempre al apremio de los demás.

Una fuerte realidad luchaba para desterrar el flamante telón de mis esperanzas, pero con la ausencia de mis manos, perdí la batalla. Arrodillado en pos del suelo y sin sentido del equilibrio, ascendí sobre mis rodillas. La realidad me había quitado el telar, pero no mis párpados. Me negaba a ver lo que quería dejarme, porque yo tengo lo que busco, no otra cosa. Con la furia de mis anhelos, las cosas en mis manos se derretían, no quería ver mi realidad ahora.- ahora no.- quiero vivir realmente lo que he estado haciendo este tiempo: renovarme. Estoy cansado del apremio, sólo actúo en son de mi único recurso: el Ahora. Mancho mi rostro y esparzo más allá del cigomático los vestigios de lo que tengo, porque,  hagan lo que hagan, intenten como intenten, seguiré viviendo verdaderamente la realidad con todo lo que tengo, desencadenado de la opresión y de los prejuicios, alistado para vivir libre y sin los débiles límites que imponen los que no saben vivir. 

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