El farol
¿Si canto como acostumbran y, con la fuerza de los ojos cerrados, lo pido? Dicen que las reglas existen para romperse, los planes para intentarlos y los sueños para cumplirse. No es extraño llegar a este punto acompañado solo por un farol. Cada cierto tiempo, es necesario separarse de ese lado humano tormentoso y comenzar de largo otra vez. Lo más chistoso de esta etapa es que bajo, subo, apuro el paso, escalo, trato de ir más lento, trepo en zonas más escarpadas, pero, aun así, me muevo entre cimas. Llego al punto que vi ayer, y desde aquí veo la cima de mañana. Es extraño tener todo en orden, no necesitar algo, pero persiste el vacío que baila con la llama, que se refleja —por su vidrio— en la superficie de las rocas en el suelo, distrayéndome del espiral que desea emanciparse dentro. Supongo que es la humanidad que no se separó del todo. A pesar del revoltijo que me acompaña, veo el atardecer de siempre, ese que el techo frente a mi ventana no puede ocultar. Y veo, veo cómo los rayo...